Como si de un cementerio memorial se tratara, aparecen las playas catalanas inundadas de cruces amarillas. Estos cementerios improvisados parecieran pretender simbolizar la protesta de una parte de Cataluña, no la mayoría, por la intervención del Estado en lo que ellos consideran su país. Lejos de ser una acción tonta, personalmente le doy una especial importancia a esta actividad secesionista.
Las cruces no son lo importante, al igual que no lo son los lazos amarillos, esos pequeños cortes de cinta en forma de lazo que los independentistas se ponen en la solapa o en las rejas de los pueblos. Son acciones sin valor presupuestario pero altamente rentables en términos de imagen.
Cualquiera de las acciones en si mismas no puede ser mas baratas: cruces. ¿Que puede costar hacer cruces de madera y pintarlas de amarillo, o lazos de tela?. Nada y sin embargo que productivas son en términos de comunicación.
La actual campaña de comunicación del independentismo es tremendamente rentable porque en si misma no es campaña. La campaña se la hacen los medios y las redes por nada. Cada acción supone por si misma una noticia o eso pretenden.
No es nada nuevo se le llama marketing de guerrilla. El marketing de guerrilla es una estrategia de comunicación que utiliza técnicas propagandísticas poco convencionales y que requieren una inversión mínima para conseguir la máxima difusión mediática a través de ellasy eso es lo que el secesionismo catalán esta logrando.
Una vez mas el independentismo toma ventaja debido a una perfecta comprensión de la capacidad y repercusión que tienen la comunicación. Se mueve ordenado en diferentes niveles: Los supuestos refugiados, los presos, los CDR, el micromarketing y la presión internacional.
Cualquiera que haya trabajado en comunicación política, o simplemente en Marketing de consumo, sabe que esta combinación de escenarios es un perfecto marketing mix orientado tan solo a lograr un objetivo: Mantener alta su notoriedad en el tiempo.
La comunicación independentista funciona haciendo cosas que otros no hacen y que intentan sorprender al propio ciudadano con acciones poco convencionales que ni siquiera van a considerar como publicidad.
Su marketing de guerrilla logra que por cuatro céntimos, si llega, el independentismo catalán sorprenda continuamente y provoque que las gente compartan las acciones o las ataquen, pero que, sea como sea, se hablen de ellos y que finalmente los medios les den esa “publicidad gratuita” que buscan.
La teoría dice que cuando las acciones de micromarketing comienzan a ser algo mas del paisaje y el efecto requerido decae, caben dos posibilidades: reactivarlas con una acción directa o sustituirlas por otra acción. Puede que lo primero sea lo que ocurrió en playas de la Costa Brava como Canet de Mar, donde “ tres voluntarios independentistas”sufrieron heridas de carácter leve cuando varios encapuchados asaltaron un campo de cruces amarillas plantadas en la arena de la playa de esa población de Barcelona y tras un breve forcejeo con los presentes, sin daños que reseñar, retiraron toda la parafernalia de apoyo a los famosos presos secesionistas.
El tema de Canet ha sido un campo abonado para el debate en las redes sociales, y el tal Puigdemont ha expresado su enérgica «condena a estas agresiones del fascismo unionista». Que oportunos han sido los encapuchados anónimos que bien les ha venido a los indepes.
Algunos sectores secesionistas apuntaron que parte de los asaltantes son militantes o simpatizantes de Ciudadanos aunque desde la formación de Rivera no se ha hecho mención alguna a esta cuestión y desde la plataforma Tabarnia lo desmienten.
Como ya mencione en un articulo sobre ataques de bandera falsa, uno siempre que surgen situaciones de este tipo ha de preguntarse quien sale mas favorecido de ellas y en este caso, siempre a mi juicio, son los secesionistas los que salen doblemente beneficiados: Beneficiados por la acción de las cruces en las playas que les da espacio y notoriedad en redes y medios y beneficiados por los ataques que generan una sensación de pena e injusticia al verse atacados por “hordas fascistas”. ¿Falsa bandera?
Por otro lado y lejos de amilanarse, el equipo creativo secesionista, ha sido rápido al responder a la prohibición de las cruces en las playas. La respuesta son toallas amarillas, ingenioso y rápido, y una vez más a los si apenas costo y otra vez más los medios les han dado su espacio. Esta vez va a resultar complicado prohibirlo pues implicaría que cualquiera que tenga una toalla amarilla, aunque no fuera secesionista, estaría fuera de la ley y eso es materialmente imposible.
Por lo que se ve últimamente, en este país nuestro cobra sentido cada día la frase de Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados».
Llevado al caso de las cruces independentistas “hoy la política secesionista se basaría en pensar acciones de comunicación llamativas que no cuesten un duro, plantarlas en sitio visible, llamar a los medios, embozar a los nuestros, sacudir y salir corriendo”. Si es una exageración, pero no tanto.
Menos política a favor del ciudadano, en Cataluña se sucede todo tipo de artificios con tal de que algunos, mal llamados políticos, se mantengan en el machito y no les bajen del sillón. En fin fue lo votado.
Winston Churchill sentenció que «Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece»señalando a los ciudadanos como responsables últimos del espectáculo tan desalentador que ofrece la clase política. En Cataluña este verbo se ha hecho carne.
Pues eso