Miguel Ángel Blanco fue asesinado por dar un paso adelante y asumir su responsabilidad como político vasco sin miedo en una época sangrienta llena de asesinos sin alma. La semana pasada se cumplieron 21 años de la muerte del joven concejal
Aunque llevaba afiliado al PP desde 1995 había llegado al Ayuntamiento de Ermua por falta de candidatos al puesto. Afrontó la responsabilidad y el riesgo desde su puesto como número tres en el ayuntamiento de la localidad vizcaína.
Miguel Ángel quizás jamás pensó en su muerte, era demasiado joven. Pero la banda asesina buscaba un impacto de efecto nacional tras la liberación de Ortega Lara por parte de la Guardia Civil y consideraron que asesinar a sangre fría les devolvería “el asqueroso prestigio” perdido .
Txapote, Nora y Ttotto tenían previsto haber secuestrado al joven político local el 9 de julio de 1997, pero aquel día Miguel Ángel acudió a su trabajo en Emman Consulting en el coche de su padre.
Apostados en algún lugar del trayecto que partía desde su domicilio en la calle Iparraguirre, las tres bestias etarras encargadas de sacarle de este mundo se dieron con un palmo en las narices por ese cambio de planes del joven concejal y tuvieron que esperar, esperar para matar, esperar para asesinar. Aquella noche a falta de sangre, aquellas alimañas, se fueron de potes.
Sin embargo al día siguiente, el 9 de julio de 1997, más o menos a las 15:30, Irantzu Gallasteguí alias Nora le abordó cuando se apeaba del tren y le conminó a introducirse en un vehículo oscuro que estaba estacionado en la calle Ardanza de Ermua. De aquí en adelante la historia es más o menos conocida en su integridad y sobra volver a referirla.
El tiempo y una moción de censura contra el PP ha hecho que un gobierno socialista recién llegado, 14 días desde la toma de posesión de Sánchez, fuera el encargado de recordar y homenajear su memoria. Fue la portavoz del Gobierno y ministra de Educación, Isabel Celáa, la encargada de recordar la figura del concejal de Ermua asesinado, pero no el Presidente.
La ironía política hizo que casi a la vez que la ministra mentara la memoria del concejal asesinado y abandonado agonizante en un descampado por las tres alimañas de ETA, Sánchez aprobara, como reconocimiento al voto prestado por el PNV para su ascenso al poder, una medida para el acercamiento de los presos al país vasco, justo el motivo que la banda terrorista hizo llegar en su ultimátum al Gobierno para liberar a Blanco.
No quiero pasar por demagogo pero no puedo dejar de pensar que aquella muerte, la de Miguel Ángel Blanco, se produjo por mor de la firmeza y compromiso conjunto de un Gobierno, la oposición y el pueblo español que no rindió la democracia ante la incuestionable y previsible acción asesina de aquellos sicarios implacables, matones de una banda terrorista sedienta de lacerar y hacer daño a un país y sus gentes.
Cuanto han cambiado las cosas. Aquel dolor infligido a la sociedad española con la muerte del joven concejal de Ermua por no ceder al chantaje de los asesinos y no trasladar a los asesinos presos a las cárceles vascas hoy se ha convertido en moneda de cambio de política barata para que Sánchez llegara al poder, al gobierno.
Hoy un gobierno socialista recuerda el daño hecho a la sociedad española por parte de los asesinos etarras aceptando la condición impuesta por el PNV a cambio de un puñado de votos de sus diputados. Hoy el gobierno vasco está más cerca que nunca de su fin separatista gracias a la ambición desmedida de un socialista capaz de asumir el cargo con un grupo parlamentario de apenas 84 votos y que está en manos de secesionistas y populistas.
Hace ya dos años que me indigne al escuchar como Otegi escupía por su boca, en una entrevista concedida al tal Évole en el programa Salvados, como el día en el que ETA asesinó al concejal vizcaíno, él estaba “en la playa como un día normal” con su familia.
Preguntado sobre cómo podía ser que estuviera en la playa en un día tan significativo, el abertzale respondió que “no sabía que lo iban a matar ese día”. A pesar de que ETA avisó del momento en que pensaban asesinar a Blanco.
En aquella entrevista también se le preguntó acerca del atentado en el Hipercor de Barcelona en el que ETA asesinó a 21 personas en 1987. Otegi respondió que ese atentado supuso “un punto de inflexión”.
Un punto de inflexión, eso significaba para Otegui y los asesinos de Eta una matanza de 21 hombres mujeres y niños y un sinfín de heridos. La muerte de inocentes no tenía más valor para Otegi en aquel momento que el valor político. Según Otegi en el proceso de reflexión del tema de la violencia 21 muertes fue solo un punto de inflexión.
Cabía esperar tamañas bajezas de parte de Otegui. Al fin y al cabo no era más que un encubridor de asesinos. Pero aceptar de manera implícita que la causa por la que murió Miguel Ángel Blanco es también un punto de inflexión político para alcanzar un gobierno es como matarle por segunda vez.
El marketing político de Sánchez banaliza todo pero hay cosas que la ambición por el poder no debería justificar, ni aceptar, de lo contrario no vale para dirigir este país,
Pues eso.