El único hombre bueno

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Lo más revolucionario que se puede dar en este mundo, huérfano de esperanzas y certezas, es ser un hombre bueno. No hablo de parecerlo sino de serlo. Corren tiempos difíciles para la bondad, tiempos en los que resulta un trabajo arduo encontrar tan solo uno, un hombre bueno.

Los seres humanos nos creemos buenos, generosos, honestos y cooperadores. Cuando evaluamos nuestra conducta nos damos, incluso, un notable alto. Esto sucede porque la naturaleza nos ha hecho optimistas y excesivamente benévolos con nosotros mismos. Pero la bondad, la generosidad, la compasión siguen siendo materias pendientes para la inmensa mayoría de la humanidad.

El siglo XX fue el de Adolfo Hitler y el nazismo, el de los grandes exterminios en dos guerras mundiales, pero también el de quienes han ejercido un desprendimiento hacia los demás, como Juan XXIII, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II…

Este siglo, de momento, nos ha dado la maldad de Bin Laden y el Daesh pero también a Bergoglio al frente de la iglesia católica y a mi juicio él encarna lo más cercano a ese hombre bueno que echo en falta. El Papa Francisco es admirado no solo por su humildad, su absoluta adhesión a los pobres, a los marginados y a quienes sufren pero también por su compromiso por el diálogo con personas de diferentes orígenes y credos.

Lamentablemente, Bergoglio es único. Y es que en el ser humano en general hay un lado oscuro que prevalece. Todos llevamos un gen complicado, no hereditario sino congénito y que, dependiendo del momento, nos muta y nos fuerza a adoptar un pensamiento, un hecho, una acción que nos acerca a la maldad. Pero también existe un lado predispuesto a la bondad. En nuestro interior coexisten a partes iguales la tendencia al bien y la tendencia al mal, de nosotros depende donde poner el fiel de la balanza y eso determina la calidad de nuestro paso por este mundo. Solo personas como Bergoglio hacen prevalecer el gen de la bondad y le dan brillo con sus acciones.

Hay quien estima que no existe un gen de la maldad en los humanos, pero hay circunstancias biológicas y culturales que propician la perversidad. Ya sabemos lo que puede influir haber tenido una infancia desastrosa en el futuro comportamiento de alguna persona, pero tampoco debería contemplarse como un condicionante tan poderoso como para anular la voluntad de la persona cuando llega a ser adulto.

Algunos pensadores sostienen que el hombre es bueno por naturaleza. Otros estiman justo lo contrario, así Maquiavelo señalaba que el hombre es lobo para el hombre. Por su lado, la teología cristiana estima que el pecado original nos introdujo la inclinación al mal, y ello es borrado por el bautismo y los sacramentos. El mal tiene mil formas de ser comprendido y depende de hechos culturales, religiosos o sociales. Definir el mal es complicado.

Reflexionar sobre la necesidad de un hombre bueno me lleva, una vez más, a Bergoglio y es que he vuelto a ver por enésima vez Las Sandalias del Pescador, la gran obra de Morris West llevada al cine por Michael Anderson y protagonizada por Anthony Quinn y pienso que quizás el actual Santo Padre se acerca a la figura idealizada del papa de ficción Kiril Lakota, el hombre bueno que calzaba las sandalias del pescador y capaz de enajenar los bienes de la iglesia con tal de dar de comer a un mundo con hambre. Francisco es el llamado a dar un vuelco a la iglesia católica o al menos a dar comienzo a su evolución hacia nuestros días.

No hace nada el Papa Francisco, este hombre bueno, recibió en audiencia a una delegación de la Comisión Internacional contra la pena de muerte. En el encuentro Bergoglio entregó una carta a Federico Mayor, Presidente de la institución, en la que resaltó que “hoy en día la pena de muerte es inadmisible”.

En el texto el Santo Padre afirma que “hoy en día la pena de muerte es inadmisible, a pesar de lo grave que haya sido el delito del condenado. Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana que contradice el designio de Dios sobre el hombre y la sociedad y su justicia misericordiosa. No hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza». Toda una declaración de un hombre bueno y único.

Bergoglio, con esta declaración no hace sino dar continuidad a una serie de intervenciones que desde su elección como Papa, el 13 de marzo de 2013 a las 19:06 en la quinta ronda de votaciones del segundo día del cónclave, no ha cesado de tomar iniciativas a favor de temas polémicos y controvertidos ante la falta de agrado de la curia vaticana y muchas veces en contra de la opinión mayoritaria de la  misma,

Creo que Francisco es ese Papa con sabor a evangelio, a desprendimiento, pobreza y apertura; que no concibe la Iglesia como un castillo sino como plaza abierta al pueblo. Que no se encierra en el Vaticano sino que baja a la calle tanto si es para abrazar a pobres o desarrapados como para comprarse unas gafas en una óptica de Roma o unos zapatos en una ortopedia.

Pero sobre todo ha sabido traer optimismo, no es un Papa que se sienta el dueño de una propiedad moral o ideológica , sino un hombre más en cuyo hombro este mundo nuestro puede descansar.

En una palabra el llamado a ser el ‘Papa de los pobres'» es un hombre bueno, quizás él hombre bueno que el mundo necesita, aquel que calza las sandalias del pescador.

Al hilo de la comparación entre la miseria de los hombres y la bondad del jefe de la iglesia me viene a la memoria como hace no muchos días los podemitas exigieron al presidente del PP, Pablo Casado, que demostrara “que es un buen cristiano” con respecto a la polémica de la inmigración ilegal.

Nadie que no sea el Papa puede presumir de autoridad moral y exigir ser un buen cristiano, y los Podemos mucho menos.

La bondad no es patrimonio de la iglesia católica, es verdad, pero mucho menos de algo tan vulgar como el populismo o la política en general y por eso en su misma exigencia a Casado, Podemos se retrató como un partido soez, hortera lleno de zafios y patanes. Aquellos a los que se les llena la boca de promesas y mentiras para atraer a los incautos y a los inocentes no pueden pasar por gente con bondad ni exigirla a los demás, todo lo contrario.

Hay más bondad y compasión con la gente común en las palabras y acciones de Bergoglio que en toda la política mundial. El Papa Francisco es un ejemplo de hombre bueno, quizás el hombre bueno que el mundo necesita, quizás el único.

Pues eso

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