
Estaba cantado y ocurrió. El PSOE resurgió de las cenizas de su populismo y ha ganado estas elecciones sobre aquellos que les deseaba los peores augurios. España ha decidido creerse a Sánchez demostrando que el mediocre que miente mas alto gana, vamos, el ejemplo de Trump se expande.
España pues se entrega a un futuro incierto y a un gobierno en el que, a tenor de las insinuaciones de Sánchez e Iglesias en los últimos días de campaña, habrá Ministros podemitas, es decir el chavismo pondrá su pica en Europa. Objetivo conseguido, Maduro enloquecerá.
Ahora bien querido lector no pierda la estela votadora porque si el terremoto pasó, aún nos queda el tsunami, tres comicios mas a los que acudir. Y es que cuando España se pone a votar no hay quien la pare. Se vota tan a menudo que solo ha habido dos años en nuestra democracia sin comicios.
A los españoles nos ponen una urna delante y nos volvemos locos. No se porque lo hacemos pero la urna es lo nuestro.
Entre 2015-2019, ha habido 13 elecciones, y aunque la sensación es que son muchas, la verdad es que este periodo esta igualado con otros en número de votaciones, si bien es cierto que en ninguno ha habido tantas para elegir diputados y presidente del Gobierno.
Esta de ayer fue la tercera vez que fuimos a votar a los diputados en cuatro años. Nunca antes en la historia de la democracia española se habían producido tres elecciones generales en tan poco tiempo. Es más, nunca antes habían tenido lugar cuatro procesos electorales en menos de un mes, como sucederá entre las elecciones generales y el 26 de mayo (europeas, autonómicas y municipales).
Ahora bien, llegan las elecciones europeas, autonómicas y sobre todo municipales, para venganza de muchos y escarmiento de otros.
Harán mal nuestros políticos en relajarse tras los resultados obtenidos en las generales. Estas próximas elecciones nada tendrán que ver con las que han pasado y es que no se vota igual en unas y otras y en cambio todas están concatenadas.
España se gobierna no solo desde la Moncloa sino desde Europa, los Gobiernos autonómicos pero sobre todo desde los Ayuntamientos.
Siempre he creído, soy un convencido de ello, que en España se vota de diferente manera en unas u otras elecciones. En las generales el partido cuenta un 60% en la influencia del voto ciudadano mientras el candidato aporta el 40% restante. En las Autonómicas esta mas a menos a la par (50-50) y en los ayuntamientos la proporción cambia diametralmente a las generales, es decir 70% el candidato y 30% el partido.
Si esto es así, creo que hay mucha gente esperando para “agradecer” a las Carmena y Colau, Santisteban y Kichi, Martiño y Ferrereiro y tantos otros, los servicios prestados.
Es verdad que como decía, España vota mucho, pero la mayoría de las veces lo hace desde el estomago y no desde la cabeza y en los ayuntamientos esto, por tocarte de cerca, cobra una dimensión inusitada.
Llega un tiempo, sobre todo, de hacer justicia con aquellos nuevos alcaldes del cambio, que tanto dijeron que iban a cambiar. Llega el tiempo de ajustar cuentas con esos que juraron llegar para escuchar a la gente y que, por lo visto, solo usaron a esa gente para llegar a la poltrona. Llega el tiempo de mirar críticamente ciudades como Santiago de Compostela, Zaragoza, Madrid, Cádiz, Barcelona…etc.
Los del cambio son aquellos que surgieron al calor de Podemos en 2015 y que o bien por incompetencia o por miedo han dejado de invertir miles de millones públicos en las ciudades y capitales para luego decir que ahorran. Son los que han dado paso a vagos, maleantes y inmigrantes ilegales que tanta “paz” han traído a las ciudades. Que han evitado que la inversión privada llegara a sus ciudades mientras colocaban a familiares y amigos. Llega el momento de agradecer los servicios prestados a quienes han sido y son acusados de la parálisis total en la gestión de las grandes ciudades mientras se afanan en multiplicar carriles bici que nadie usa y que colapsan el tráfico.
Son esos alcaldes que cierran pisos turísticos a la vez que frenan en seco decenas de proyectos hoteleros o que concitan paros sectoriales en el transporte público coincidiendo con las grandes Ferias que traen riqueza a la ciudad o que justifican la okupación como “soluciones habitacionales”.
Valga de ejemplo hiriente uno de Colau: La protección de la alcaldesa de Barcelona a los ‘okupas’ llego a su punto álgido cuando amenazó al propietario de un edificio en ruinas si no acometía una reforma que permitiera a los okupas, que vivían de manera ilegal en su propiedad, hacerlo en unas “condiciones de salubridad e higiene”. De traca, pues lo mismo se aplica a Carmena y a los cambiantes de la nada
No es un tiempo para la venganza, es verdad, pero si para la justicia. Y es que llegar no bastaba, había que cumplir y no lo han hecho. Ahora bien es hora de ver que opina España, esa España que tanto se ha quejado de estos alcaldes que dicen una cosa y la contraria en el mismo párrafo para mantenerse en el machito y nada han demostrado. Es la hora de hacer efectiva la queja y sacar de las ciudades a tanto aficionado al discurso fácil y al incumplimiento perroflauta.
Repito en las autonómicas y las municipales se vota de manera difrente, así lo creo y hoy así lo deseo.
Se va haciendo necesario que alguien proponga la intervención sobre las promesas electorales incumplidas, una especie de “defensor del elector” que garantice la dignidad del votante cuando con la mejor de las intenciones confíe su voto a políticos o partidos que, cualquiera que sea la coyuntura, tienen la obligación de cumplir con sus promesas.
No se que pasará tras estas elecciones generales. Puede que la victoria de unos y la derrota de otros hayan sido tan arrolladoras que habrá quien respire con alivio y quien habrá quedado a la espera de acontecimientos y venganzas partidarias, o ambas cosas al revés.
Pero ojo llegan tres elecciones mas y mas les vale leer bien los resultados a los políticos porque en nada se la juegan otra vez y en estas todo puede ser diferente.
Sea como fuere amigo lector, lo divertido apenas comienza, póngase cómodo que vamos a ver de todo de aquí a que votemos… Otra vez.
Pues eso.