
Flaco favor le hacemos a nuestra democracia si a lo ocurrido tras las elecciones del pasado 10N tan solo lo juzgamos como “las mentiras de Sánchez”. Mentir no es la descripción ajustada del hecho. Mentir es la definición suave de la traición de estado con que Sánchez ha sometido a la nación. Traición de Estado es el nombre exacto para la afrenta a la que, sin rubor alguno, nos ha sometido a los ciudadanos.
Afrenta es, al fin y al cabo, el deshonor de la palabra dada en campaña y la vergüenza de quien se ve que no la tiene y es la resultante de quien no teniendo respeto por sí mismo, se ve que jamás se lo tendrá a los demás.
Yo no voté a Sánchez, no me fiaba de él. Pero voté con el convencimiento de que, tal y como le había oído, jamás pactaría con Iglesias y los suyos. Creí, inocente de mí, que aunque no profesaba ninguna simpatía por el socialista mantendría su palabra o bien su partido se la haría mantener.
Sánchez ha hecho gala de un deshonor clamoroso, no solo le ha importado una mierda el voto de los españoles, sino que nos lo ha escupido a la cara demostrándonos que por su boca jamás pasó verdad alguna.
Este agravio a los ciudadanos, esta ofensa a la verdad, ha desembocado en una ignominia que no le ha causado rubor alguno. Como si de algo natural se tratara, Sánchez ha dado carácter de falsedad permanente a sus palabras ante el estupor de todo el país y apenas se le ha visto una mueca al hacerlo.
Decía Clemenceau que “Un traidor es un hombre que dejó su partido para inscribirse en otro y un convertido es un traidor que abandonó su partido para inscribirse en el nuestro”. Sánchez no ha necesitado movimiento alguno de partido pero sí ha abandonado el socialismo y abrazado el “sanchismo” y eso le permite hacer lo que quiera, pactar con quien quiera y mentir a quien le venga en gana con tal de mantenerse en el poder.
Para Sánchez el socialismo ha muerto
De una u otra manera, la mayoría hemos visto/leído alguna que otra película o libro donde los mensajeros chivatos o los traidores son ejecutados después de haber consumado sus traiciones, a manos de aquellos mismos a quienes se habían vendido.
Judas Iscariote tal vez sea el más famoso de todos los traidores de la historia por delatar a Cristo señalándolo con un beso para que le apresaran los romanos a cambio de las famosas 30 monedas de plata. Su traición fue abominable pero dejó clara la miseria de un traidor.
La traición política decía Maquiavelo, es el único acto de los hombres que no se justifica. Y agregaba: “los celos, la avidez, la crueldad, la envidia, el despotismo son explicables y hasta pueden ser perdonados, según las circunstancias; los traidores, en cambio, son los únicos seres que merecen siempre las torturas del infierno político, sin nada que pueda excusarlos”.
La traición a la patria es sin duda uno de los actos más despreciables, execrables, ruines y vergonzosos que un ser humano pueda cometer contra una nación y Sánchez ha hecho de ello categoría.
Sin embargo esta traición a la que Sánchez ha sometido al país no llevará a la calle a la gente. Siendo esta traición un hecho casi digno de la tiranía bolivariana no veremos a la gente enfrentándose a la policía, asaltando comercios o haciendo escraches a políticos. Por el contrario, Sánchez saldrá de ésta de rositas, es lo que tiene el respeto de la ciudadanía demócrata.
Cuando un acto de traición de este nivel se comete por parte de un presidente, como es el caso, las consecuencias pueden ser devastadoras. Millones de personas, votantes propios y de la oposición, pagaremos muy cara su vileza. Aun no sé si lo ha hecho por esas metafóricas 30 monedas de plata, el Falcón o esa torticera ambición de más poder y control, o todas ellas juntas.
Pero en fin, recordemos que Judas Iscariote cuando comprendió la traición que había cometido contra Cristo, quiso devolver las treinta monedas de plata a los sacerdotes y viendo que ya no había vuelta atrás, horrorizado por sus actos, corrió a quitarse la vida ahorcándose él mismo. Al menos Judas tuvo algo de honor a última hora para imponerse así mismo el peor de los castigos.
Hoy en día el honor es como las especies en vías de extinción, sobre todo a nivel político. Todos vemos como los que traicionan a sus votantes y a su propio pueblo, salen sonrientes de los atolladeros, y no solo no suelen pagar por su actos de cobardía y maldad sino que además son aplaudidos por quienes les siguen ciega e incondicionalmente, aun habiendo sido víctimas estos de las fechorías de dichos políticos…
Pero la traición de Sánchez lleva implícito su ahorcamiento y el de su socio vicepresidente y es que apenas son conscientes este par de advenedizos, que con el pelo de la coleta de Iglesias se ha forjado la soga con la que, tarde o temprano, se ahorcarán, políticamente claro.
Lo malo es que con él nos ahogaran al resto.
Pues eso