
El fascio independentista catalán se siente empoderado, Sánchez le ha abierto la puerta de la impunidad y han entrado en la vida y el futuro de España como en su día lo hicieran los musulmanes en la España del siglo VIII estableciendo el Califato Omeya. Junqueras quiere un califato propio y Sánchez otro más grande pero compatible y así se lo venden el uno al otro mientras en el medio, nosotros los españoles, tan solo somos terreno conquistado.
Reunión tras reunión se van desgranando las condiciones que ERC pone a España para que Sánchez alcance su capricho. Contrario a lo que se nos vende, las derivadas de este pacto anti-natura del sanchismo reinante nos las tendremos que tragar nosotros, Sánchez tan solo dice sí a todo.
En el catalanismo, hoy absorbido por los separatistas, puede que alguna vez hubiera alguna verdad. Pero en el separatismo solo hay odio, violencia y falsedad. En Cataluña es preciso reinstaurar el Estado de derecho y el imperio de la ley. Es decir, la democracia.
Pero Sánchez no sabe de democracia, no le interesa la justicia y lo que es peor la manipula groseramente forzando a instituciones como la Abogacía del Estado para someter su voluntad a su capricho.
Junqueras mientras, está en la gloria de Lledoners contando los días que le quedan para salir en olor a multitudes e instaurar su Califato, se ve ya de Gran Visir catalán, se sabe conquistador de un Gobierno Español sometido y dependiente de sus caprichos, y lo que es peor tiene razón.
Junqueras es de esos casos en los que el encerrado gana más estando dentro que fuera. Y es que, como si de un Al Capone independentista se tratara, Junqueras maneja los hilos de sus sicarios a su gusto y haciéndolo mantiene al gobierno de España en vilo, en permanente estado de “en funciones” hasta que él decida poner fin a sus caprichos.
Mientras, y para asegurarse de que sus órdenes se ejecutan correctamente, Junqueras mantiene vigilado de cerca a Sánchez a través de Rufián que se lleva “de muerte” con el que está llamado a ser vicepresidente.
Pero Junqueras gana y España pierde. Sin moverse de Lledoners ha visto como Europa pone bajo cuestión las decisiones de la justicia española, ha logrado que quien le juzgó se vea cuestionado por los separatistas y los medios progres y que el separatismo, con ello, se sienta reforzado, empoderado y en la cresta de una ola que si antes les superaba ahora les empuja.
En el pandemonio que ha organizado Junqueras con esto de la secesión, no hay hueco para la dignidad ni para España. El Tribunal Supremo impidió al republicano acudir a la cámara europea, pero las decisiones del abogado general del TJUE aunque no vinculantes, han dado razones y fuerza a los que odian a España.
El huido Puigdemont, fue de los primeros en alegrarse por la posición adoptada por el abogado de la UE. A través de las redes sociales, indicó que “esto demuestra la gravísima injusticia de la que es víctima Junqueras”. Según él “han vulnerado sus derechos y los de los electores”.
Está demostrado que a Junqueras sus problemas oculares no le restan un ápice de visión. Reconozcámoslo es un maestro del manejo de los tiempos y de la estrategia. Sin apenas grandes gestos está llevando la negociación por el camino que más le conviene.
Mientras los demás se dedican a desprestigiarse hasta la saciedad e incluso a matarse, el rechoncho huésped de Lledoners avanza inexorable hacia su objetivo, su califato personal.
España mientras tanto, aguanta a un Sánchez dispuesto a traicionarla con cada decisión que tome. Un Sánchez puesto al servicio de los enemigos de un país que no merece el maltrato y la traición.
Junqueras juega y gana. Y es que los secesionistas siempre han ido por delante en esto de la rebelión independentista. Siempre han puesto al estado en la respuesta y ahora en estos últimos momentos del año los Junqueras, Rufian, Puigdemont…etc avanzan hacia su golpe final.
La Abogacía del Estado, el Constitucional, el Tribunal Supremo y la Junta Electoral Central están en entredicho. De cómo se solvente este tema del Califato de Junqueras, depende la reputación de estas instituciones y si a Junqueras esto le importa un pito, a Sánchez aun menos.
Pues eso.