
Son muchos, demasiados, los fallos de este gobierno en esta crisis del Covid 19. Pero de entre todos hay que confesar que uno de los mas llamativos es la extraña “falta de criterio” a la hora de elegir proveedores de material sanitario y EPI para los centros sanitarios, así como el hecho de que muchos de esos materiales han resultado ser productos defectuosos que no protegían a los trabajadores.
Entre intermediarios, comisionistas y fabricantes chinos, el Ministerio de Sanidad ha cometido tal sucesión de errores que ha condenado a los profesionales de la sanidad a un alto riego de infección, mientras que éstos han hecho de tripas corazón, y muy grande, y han suplido la falta de protección con valor, compromiso y afán de sacrificio hacia quienes llegaban en pésimas condiciones.
La visión exhausta de los médicos y enfermeras con las marcas de las mascarillas impresas en su cara tras las largas sesiones de UCI, dejaban clara la urgente necesidad que de esos materiales tenían y sin embargo la larga espera por esta falta del gobierno no ha impedido que atacaran este virus agresivo y bien armado con una entereza admirable, coraje y valor.
Sin embargo, son innumerables, inadmisibles, la colección de, vamos a llamarlo así, “errores” en la elección de proveedores que el gobierno español ha hecho para actuar en ese mercado persa que es China.
Hoy no entraré en el tema de los comisionistas, pues de eso queda mucha tela que cortar y será en otra ocasión, pero se hace vital saber quiénes han sido y cuánto se han llevado y con ello aclarar responsabilidades si es que las hay, que mucho me temo….
Hace nada, el jueves pasado, el Mundo se despachaba con la noticia de que empresas nacionales exportaban test PCR porque no se los compraban en España, mientras el ABC señalaba que el gobierno acumulaba ya 154 millones en compras dudosas de material sanitario.
Pero siendo esto así de malo, a uno se le eriza el vello cuando escucha las reiteradas y soberanas estupideces de algunos ministros, justificando o eludiendo las preguntas con las mismas soflamas y mantras aprendidos de Iván Redondo. La orden es no responder e irse por los cerros de Úbeda.
Y es que declaraciones como las de la Ministra de Exteriores, la ínclita González Laya, resultan incomprensibles. A la ministra el coronavirus no parece haberle estimulado el intelecto y sí la tontería. Y es que ¿cómo puede tener tal desvergüenza,? Justificando en una emisora del País Vasco el fiasco de las pruebas inútiles diciendo que “hay intermediarios que ofrecen gangas y resulta que no los son”.
¿Gangas Ministra? ¿Es que el gobierno ha estado en el bazar persa comprando gangas? No doy crédito de que mi gobierno, al que le pago una fortuna en impuestos de todo tipo, haya acudido al equivalente pekinés de Cobo Calleja a comprar a los chinos test de todo a 100.
Y es que recordemos que Laya se refería a que el Ministerio de Sanidad había distribuido 8.000 kits de diagnóstico rápido fallidos para detectar al COVID-19. Los resultados fueron catastróficos: Los test solo tenían una fiabilidad de 30 %, cuando los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud indicaban que debían tener al menos un 80 %.
Si ya de por sí la situación resultaba escandalosa, todo se agravó cuando la Embajada de China en España aseguró que entre la lista de empresas certificadas por ellos y que tenían licencia para la exportación de materiales médicos, no estaba Shenzhen Bioeasy Biotechnology a la que el gobierno le había comprado los kits.
Cuando estalló el escándalo, Shenzhen saltó afirmando que no era problema de los test, sino del uso inadecuado, es decir que encima nos llamaban tontos. Al mismo tiempo, una fuente del gobierno chino indicó que “no habían detectado irregularidades en aquellos kits por el momento”, pero que continuarían con las investigaciones.
Lo peor es que todo esto sucedía mientras una de las grandes empresas biotecnológicas chinas estuvo cuatro días esperando a ser recibida por Sanidad.
Venía de la mano de uno de los laboratorios principales de España, catalán para más señas. Su alto ejecutivo chino no entendía nada. Con contagios crecientes y muertos todos los días, nadie en Sanidad parecía estar interesado en los test de diagnóstico rápido que ofrecía. Finalmente, su stock fue comprado por otros países.
En una entrevista con un proveedor del sector sanitario que hace tiempo leí, éste se refería a lo ocurrido de esta forma:
“En Marzo pidió cita en el Ministerio, pero no le recibieron el 16, ni el 17 ni el 18 y por fin el viernes 19 pudo mostrar su producto y condiciones en el Ministerio. ¿Que qué empresa es? No estoy seguro, pero creo que era BGI, precisamente instalada en Wuhan, famosa por ser el lugar de origen del coronavirus,”.
“Esta empresa, según mi información, tenía en ese momento en stock 10 millones de test rápidos. Quizás porque las autoridades estaban en rueda de prensa permanente y no tenían tiempo, o porque no se fiaban de estos chinos, o porque se cruzó Bioeasy, más barata o de la mano de un conocido, pero cuando el Gobierno español valoró cerrar un acuerdo con BGI o Wondfo, no estoy seguro, ya se habían quedado con los 10 millones de test franceses, alemanes y los ingleses”
Por cierto al final no fueron 8.000 los test fallidos sino 650.000 y según publicaba el ABC el 23/04/2020 el gobierno pagó por ellos más de 17 millones de euros. Se acabó pagando a 26 euros el test cuando su valor oficial era de 3 euros. Efectivamente Laya tenía razón, no eran una ganga.
El tocomocho, el abrazo cariñoso, el de la estampita y otros timos que pensábamos que ya no existían han cobrado un nuevo fulgor en manos de ciertos asiáticos y sus comisionistas españoles. Parecía que se habían extinguido, pero gracias a ese buen “hacer el canelo” del gobierno de Sánchez, se han puesto de relevancia y siguen vigentes.
Como dice el dicho: “A pueblo forastero vas a pretender, a dar el timo o a que te lo den”.
Pues eso