
Allá por el año 2014, en pleno verano, llegó a España el efecto “devastador” del virus del Ébola: una auxiliar de enfermería fue contagiada y un perro fue sacrificado. La leal oposición no dudó un momento y socialistas y podemitas azuzaron la rebelión ciudadana y exigieron dimisiones al Gobierno mientras enardecían a las hordas progres.
La muerte del perro llevó a la calle el histerismo de los animalistas, que incluso se enfrentaron con la policía a las puertas de la casa de su dueño, a la sazón, la sanitaria contagiada.
Pero la crisis política que esos hechos desencadenaron fue tremenda y llevó a un Pablo Iglesias enardecido a Estrasburgo, a interpelar a la Comisión Europea en los siguientes términos: «El caso del ébola en España muestra la negligencia política por parte del gobierno en la gestión de todo el proceso y exijo a la UE que haga cumplir a España la Carta de los derechos fundamentales de la Unión Europea”, y añadía ¿Va a llevar a cabo la UE alguna investigación para que se diriman responsabilidades políticas en este caso?»…
En el momento en que escribo este post, en España han muerto según el Ministerio de Sanidad, 27.127 personas por el Covid 19. Mientras, las muertes registradas entre el 13 de marzo y el 22 de mayo recogidas por el MoMo suponen ya 43.034 personas y en el INE 47.000.
Hasta el 26 de mayo el Gobierno no declaró el luto nacional y lo hizo a regañadientes y llevado de la presión ejercida por la oposición. El conteo de muertos continua, aunque dependiendo del día los responsables de este “estado alarmante” dicen que no hay y otros días descuentan 2.000, mientras el progresismo cómplice calla. Pareciera que para ellos el perro y la auxiliar contagiada valieran más que el horror de la muerte masiva de conciudadanos.
Ese progresismo falaz de la España irreal e irredenta capaz de levantar masas contra el machismo, contra la oposición, contra el sistema e incluso ahora contra el racismo en EEUU, es en cambio incapaz de mover un tuit para pedir a gritos y en la calle, responsabilidades por el horror de una crisis sanitaria pésimamente gestionada que se ha llevado por delante a mas de 40.000 seres humanos, no perros no, personas; familiares y amigos nuestros.
Mientras, el Gobierno pretende convencernos a base de publicidad y propaganda que ¡Salimos más fuertes! Uno no sabe ya si reír o llorar.
La España irreal es traidora, indigna, mentirosa y cómplice de una forma miserable y rastrera de hacer política.
Hoy España camina hacia una crisis económica sin par, otra peor que la anterior, en la que muchos están llamados a sufrir. Otra crisis económica que una vez más nos pilla con un gobierno socialista al mando, pero que esta vez cuenta además de su lado con el apoyo de ese progresismo patrio, de esa España irreal que calla dispuesta a mantener en “el poder” a un gobierno y un presidente inútiles.
Sánchez sabe que cuenta con el silencio de la calle, con el silencio de los suyos, los que atacaron a la policía por aquel perro del ébola y son incapaces de reconocer que la manifestación del 8M propagó el Covid.
Pero también sabe que si son los otros los que se mueven, lanzará su aparato mediático y de comunicación para atacarles, en la seguridad de que llamándoles fachas, derechona, cayetanos o lo que se le ocurra a Redondo e Iglesias, les ofrecerá un capote que no rechazarán, haciendo de su embestida una confirmación de sus acusaciones.
Y es que la reacción contra el gobierno de Sánchez no puede firmarla un partido político. O mejor dicho, o la rebelión civil es una cosa del pueblo o no es, ni será.
El germen de lo ocurrido en Núñez de Balboa, en Madrid, murió con el autobús de Vox en Colón el 23 de Mayo.
Todo aquello que firme un partido lo vincula a él y le da un tinte del color de unos cuantos pero no de todos. La España real está necesitada de defensores, pero no de políticos ni partidos. El corazón de la sociedad civil está lleno de valores y principios que son plurales y que no precisan de afiliaciones o simpatizantes.
La única manera de derrotar a la España irreal progre no está en contraponer uno color a otro sino de tomar la razón de todos y hacerla prevalecer y eso no puede partir de un partido sino del mismo corazón de la sociedad civil.
España no es cosa de unos ni de otros, sino de todos y su defensa debe partir de los sin voz y conquistar a una mayoría silenciosa que hoy asiste atónita ante el lenguaje chabacano del Congreso y el Senado. Pero lo peor es que esa locura barriobajera desplegada en las instituciones se extiende de forma lamentable como la mancha negra del Prestige lo hizo en las costas gallegas.
Esta España capaz de lo mejor y de lo peor se sabe traicionada por su gobierno, pero ve en la oposición actitudes unas veces aniñadas y otras sobreactuadas. Es una oposición que no avanza, con unos lideres que no convencen más allá de los leales.
Jamás pensó Sánchez que se le haría tan fácil gestionar los odios de una oposición que ladra más que muerde y a la que sondeo tras sondeo España deja en el mismo sitio, con resultado similar.
A España se le hace tarde el futuro y esta pandemia aun nos ha retrasado más. Una vez más tenemos el derecho y la obligación de asirnos a la confianza en nosotros mismos y salir a luchar y a ganar, como siempre lo hemos hecho, día a día, en soledad y sin esperar gran cosa de la España irreal, de ese gobierno que nos deja solos y esa oposición enzarzada en deshacer el ovillo de lana que el gobierno les da para mantenerles distraídos mientras ellos van a lo suyo.
Toca ocuparnos de lo nuestro y de los nuestros.Pues eso.