El 21 de junio de 2020, terminó el estado de alarma decretado por primera vez el 14 de marzo, y prorrogado hasta en seis ocasiones por decisión del Gobierno y con el plácet del Pleno del Congreso de los Diputados.
La libertad estaba servida. La reclusión y el confinamiento habían acabado.
A fecha del pasado jueves 9 de Julio había activos 73 rebrotes de coronavirus en 15 comunidades autónomas. Los focos más preocupantes se concentraban en El Segrià, A Mariña (que ya había aplicado confinamientos) y Ordizia, y todos seguían sumando casos. La presión sobre los hospitales de Lleida seguía aumentando y El Segrià había registrado ya su primera muerte tras el rebrote.
Repito, la libertad estaba servida y muchos han hecho mal uso de ella. El virus sigue ahí fuera pero la gente cree que se ha terminado y nada mas lejos de la realidad, sigue inalterable.
El problema de la libertad, aunque no se quiera reconocer, es que no consiste en poder hacer y deshacer a voluntad, sino en ser capaces de responsabilizarse y evitar las consecuencias nefastas que una actuación inconsciente en estas circunstancias de pandemia puede conllevar.
Los miles de inconscientes que en distintos lugares de España deciden hacer caso omiso de las advertencias y se juntan en una kermesse de alcohol y falta absoluta de consciencia ha derivado finalmente en una secuencia de rebrotes que a duras penas son controlados.
Pareciera que los más de 45.000 muertos que ha dejado este Covid19 en España por el momento, apenas afectan a quienes se entregan sin control alguno a fiestas y celebraciones insensatas. Creen que la muerte no les llegará y no se percatan que el virus tan solo está al acecho.
Como si se tratara de los focos de pirómanos que cada año asolan nuestros bosques hasta hacer de ellos una pira de fuego y cenizas, los inconscientes se juntan sin ningún tipo de precaución. Ninguno parece pensar en sus mayores, nadie parece querer ser consciente de su posible portabilidad del virus hacia sus propias familias, solo se busca alcanzar la diversión, el clímax.
Quiero creer que deben tener mucho que olvidar, que su realidad no les gusta, pues solo pensando así puedo encontrar alguna explicación para esa entrega sin límites al alocado ritmo de una diversión, hoy en día, peligrosa.
Estos inconscientes se amparan hoy en sus derechos a decir y hacer lo que quieran, pues según parece, creen que anular aquel estado de alarma y alcanzar la libertad pudiera haberles dado derecho no solo a quejarse por haberles limitado, sino que, una vez conseguido su fin, se les debe permitir todas las libertades que se les ocurra y apetezca.
Es aquí donde la teoría falla y el miedo a ser libres aparece. Esta libertad no la tenemos para que con actitudes como las de los desaprensivos se ponga en peligro la vida de nadie.
Cuando escribo estas líneas en España surgen los rebrotes por doquier. Solo La Rioja resiste libre de coronavirus. Ante los casos de Lérida, la Generalitat ha impuesto el uso de la mascarilla en todos los espacios, incluso en exteriores y a ello se acaba de unir Baleares, aunque se pueda garantizar la distancia de seguridad.
Muchos de los sanitarios que lucharon contra el virus en el pasado están disfrutando de unas merecidas vacaciones para poder recuperarse por si en Otoño aparece un rebrote parecido. Mientras, en Lérida ya se buscan médicos para que acudan a la provincia en ayuda de sus plantillas.
Esta sociedad no puede permitirse recaer si lo que quiere es sobrevivir. Esta sociedad se basa en unos valores fundamentales que se deben defender y que están escritos en piedra. Uno de estos valores, efectivamente, es la libertad, pero una libertad igual y respetuosa con todos. No es de recibo que los insensatos, que hay muchos, abran fosas para los que tratan de protegerse y tener sentido común.
Pensar que por lo joven que uno es resulta inmune y por lo tanto despreocuparse es un enorme error, además de una falta de solidaridad intolerable Las personas mayores están, como se ha demostrado, en permanente peligro de ser infectados por este virus asesino, muchas incluso viven aun semi-encerradas en sus casas por miedo al contagio, con miedo a ser libres.
No guardar las distancias o no hacer uso de la mascarilla es invitar a la muerte, o peor abrirle al virus las puertas de las casas para que libremente ataque a los más mayores, a los más débiles o a los que más riesgo tienen, y sin embargo los espectáculos de tantos y tantos bebiendo sin guardar la más mínima distancia resultan deprimentes y ponen en imágenes el poco respeto que muchos sienten siquiera por sus seres queridos.
La libertad no se hizo para que con ella agrediéramos a nadie y, sin embargo, día sí y día también, hay quien prefiere los botellines a las personas, o eso parece, solo así se explica que su libertad haga que para muchos ser libre les de miedo.
Como dijo Nelson Mandela: “Ser libre no solo es romper tus cadenas, sino vivir respetando y mejorando la libertad de los demás”.
Pues eso