La ley de Memoria Histérica

Al final de sus días, en sus últimos años, mi padre, un sargento del ejército republicano, por azar de la geografía de la guerra, revivió aquello que no quería recordar. El Alzheimer le hizo volver a sus escenarios de la Guerra Civil en contra de sus deseos y por capricho de la enfermedad.

Mi padre no era rojo por convicción, ni ideología. Como a tantos combatientes “le tocó en la zona” roja. La guerra hizo el resto. El hambre, la muerte a cada paso, los campos de concentración, la huida y el miedo, ese miedo que le acompañó a lo largo de su vida, le provocaba no comprender por qué había quien quería revivir aquel horror que a él le cortó la vida en su mejor momento y probablemente lo apartó de sus sueños.

Como mi padre son mayoría aquellos que quieren olvidar o simplemente no quieren recordar, pero por conveniencia política hay quien desea mantener viva la confrontación mediante eso que han dado en llamar la Ley de Memoria Histórica. 

Es una ironía que aquella guerra que la enfermedad obligó a mi padre a recordar, en contra de su deseo, sea algo que el Gobierno socialista quiera imponer “por ley”.

Tan importante como una ley así debería ser el derecho a olvidar, a pasar página. Aquella guerra no fue sino una vergüenza que este país debe mantener en los márgenes de los libros de historia, pero no tener presente a diario como quiere la izquierda aunque eso le de votos.

Aquel enfrentamiento entre hermanos y las represalias que aquello conllevó para ambos bandos fueron tan crueles que es preferible pasar página y dejar a los historiadores el estudio de pasaje tan oscuro de nuestra historia. 

¿Quién en su sano juicio desea mantener en el recuerdo una violación, un asesinato, un robo con violencia? ¿Quién considera que ha de obrarse así si no es por mantener vivo el odio acumulado? ¿Quien necesita de esto?

La respuesta no puede ser otra, los políticos de la izquierda. Hacerlo da votos y si divide a la derecha, todavía mejor. Los medios y periodistas afines hablan de que con ello el Estado recupera la dignidad, es una forma interesada de justificar que el recuerdo permanezca para mayor rédito electoral de esa izquierda huérfana de ideología por azar del paso del tiempo.

Hay un tremendo error en llamar progresistas a los progres. Lasupuesta intelectualidad progre es en realidad lo más retrógrado que te puedas echar a la cara. Igual que ahora el que más grita fascista es el mas fascista, el que se dice progresista es el que mas busca en el pasado la forma de justificarse hoy.

Nuestra extrema izquierda es en estos momentos la adelantada mundial de la mal llamada memoria histórica, algo que no fue la izquierda en otro tiempo. Pareciera existir, entre los componentes del llamado gobierno de coalición, un odio llamativo hacia todo lo que tenga que ver con la España resultante de aquella confrontación fratricida. 

Hoy es fácil comprobar, para el observador objetivo, que de aquella confrontación nadie resultó ganador, por más que un bando gobernase durante años de forma dictatorial. Al final la razón se impuso y la transición dejo expuesta la verdad, ambos bandos perdieron porque estaban condenados a ello por la sinrazón del devenir de aquella guerra.

Y es que nadie puede, en virtud de la razón, sacar pecho por lo ocurrido. Miedo, muerte, asesinato, masacres, robos, delaciones, fusilamientos … son palabras comunes a ambos bandos y, francamente, ¿quien quiere recordar eso? ¿Quién en su sano juicio encuentra en hacerlo alguna ventaja? Solo un gobierno de izquierda sin más contenido que una mayoría parlamentaria frágil, trufada de pactos anti-natura y que quiere gobernar por encima de cualquier otro interés. No por llevar a España hacia el futuro sino por permanecer, por amarrarse al sillón… ¿La verdad? a quien le interesa. Como en las conversaciones entre mafiosos: “no es nada personal, son solo negocios¨.

Esto que llaman la ley de Memoria Histórica es en realidad la ley de la mentira histórica, más que de memoria. Una ley contra la reconciliación entre los españoles. Pero reconozcámoslo, si lo que querían al mover el cadáver de Franco era terminar de desenterrar el franquismo, lo han conseguido. Lo qué sucedió en los años 30, en el 36 y en la represión, en aquel momento tan terrible de la historia de España, fue que hubo víctimas y verdugos en los dos bandos. 

Esto que hacen ahora desde la izquierda española con la dichosa ley es una cosa de tal parcialidad y partidismo que resulta grosero. Una mentira, que solo quiere mirar la mitad de lo que sucedió. Una ley que trata de volver a levantar el odio entre los españoles. Algo que comenzó Zapatero. Y lo peor es que lo han conseguido. Lo que creímos haber enterrado, el odio político entre los españoles, lo han vuelto a desenterrar ellos. 

La Ley de Memoria Histórica y sus progenitores solo han reabierto las espitas del odio, con el convencimiento de que ellos eran genuinamente buenos y los otros genuinamente malos. 

Hoy me he enterado de que le han cambiado el nombre, ahora lo llaman Ley de Memoria Histórica Democrática. Pareciera que, ante la queja de los herederos del otro bando, del nacional, este Gobierno ha decidido potenciar el sesgo con un nombre que sugiere solo a los de un bando, el suyo. 

Cambiar el nombre a la ley no pasa de ser una broma de dudoso gusto. Y es que no tiene nada de democrático excluir la memoria de lo ocurrido a los del otro bando, porque cuando la memoria de uno trata de imponerse a otro, eso se llama propaganda, no democracia.

La ley de memoria histórica es un ataque contra la sociedad española que solo lo solucionará el paso de las nuevas generaciones que no tienen, en su inmensa mayoría, ningún interés en oír que en este país nos matamos entre nosotros para nada. 

La memoria histórica colectiva, tal como la emplean las naciones, ha conducido demasiadas veces a la guerra más que a la paz, al rencor y al resentimiento más que a la reconciliación y más a la determinación de vengarse por los agravios reales e imaginarios en lugar de comprometerse con la ardua tarea de perdonar, olvidar y avanzar. 

Pues eso

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