Si en España apenas había trabajo para los jóvenes universitarios hoy quedan pocas oportunidades de futuro. Muchos se mantienen difícilmente a flote con trabajos temporales. Los salarios son bajos y debido a los altos precios de los alquileres, la mayoría está condenada a vivir con sus padres.
Su futuro está cegado por contratos basura, precariedad y alquileres que no podrían pagar ni aunque se alojaran en el buzón. Por si fuera poco, además vamos y les pedimos que tengan hijos…
Pero si negro es su presente, terrible es el futuro de una generación de la que se nos llena la boca presumiendo de ser la mejor preparada de la historia, pero la que menos oportunidades disfruta.
La juventud más empleable, la más prometedora, también resulta ser la más desesperanzada al descubrir que las promesas sobre su futuro son ya cosa del pasado.
Esta juventud herida en su futuro no ha levantado cabeza desde la última crisis… pero, por si fuera poco ya tienen encima la actual más destructiva que la anterior. Los españoles en el cenit de su fertilidad no han recuperado renta ni riqueza desde que empezara la debacle económica en 2010. Sin posibilidad alguna de independizarse.
Para los jóvenes españoles es casi una misión imposible emanciparse cobrando salarios de 1000 euros, que no les alcanzan para alquilar pisos -de comprar mejor ni hablamos- por los que en las grandes urbes piden una barbaridad a lo que deben sumar los gastos de mantenimiento.
Pero siendo esto malo aun es peor ver que aquellos que son capaces de entrar en el mercado laboral deben sobrevivir en un escenario de precariedad, con tasas de temporalidad escandalosas, paro de larga duración y sobrecarga de horas extras.
Por su lado los jóvenes que han logrado iniciar una vida tomando las escasas oportunidades que surgen han de convivir en unas circunstancias que nada tienen que ver con las que disfrutamos sus padres.
Con mucho más talento que nosotros se ven obligados a cobrar salarios de chiste comparados los nuestros a su edad siendo ellos más audaces e inteligentes y sobre todo mucho mejor preparados. Es un tiempo absurdo en el que la capacidad profesional parece no cotizar y del que se aprovechan los compradores de talento.
La juventud española navega al pairo en medio de una tormenta perfecta que provoca, por ejemplo, que la tasa de emancipación es del 18,6%, el valor más bajo registrado desde el año 2002 y que la edad media de maternidad se haya retrasado dos años, hasta los 32.
Es más que triste, desesperante, que un país como el nuestro no sea capaz de abrir oportunidades a su población más joven y que lo máximo que pueda ofrecerles es no morir de Covid 19.
No hemos sido previsores y no se ha logrado armonizar la relación universidad-empresa pese a que todos los indicadores hablaban de que este siglo demandaría jóvenes innovadores preparados para asumir el desafío tecnológico.
Por otro lado, también son muchos aquellos que en los tiempos de bonanza aceptaron de buen grado y sin dudarlo el que muchos hijos en edad de instituto abandonaran los estudios para trabajar con el padre. Gran parte de españoles se vio atraído por el espejismo de la construcción y permitió a sus hijos que procedieran así y hoy están condenados a un paro casi eterno.
A unos y otros, con carrera o sin estudios, España les ha igualado en su vacío de futuro. No podemos pues quejarnos de que muchos jóvenes despueblen este país y busquen oportunidades fuera de nuestras fronteras y además triunfen.
España ha resultado ser terreno hostil para esta generación, la mejor preparada que hemos tenido, aunque a pesar de ello haya héroes que triunfen en este país y a pesar de que ese triunfo este mal pagado.
Sea como fuere esta juventud que lucha por salir adelante es el fiel exponente de la situación de este país. Un país en el que a duras penas se sobrevive sanitariamente, con un gobierno sin apenas soluciones y condenado a las ayudas, si es que estas alguna vez llegan.
En apenas unos años hemos pasado de esa generación JASP (Jóvenes, Aunque Sobradamente Preparados) a una generación NINI (Ni estudia Ni trabaja) dando con ello fe del deplorable estado en el que se encuentra esta sociedad joven a la que apenas hemos prestado atención siendo ellos la base de nuestro futuro, de el de todos.
El drama es real pero no es responsabilidad en absoluto de estas generaciones, ni mucho menos. Hay muchos responsables: la UE. Lehman Brothers, Wall Street, la Banca española, los gobiernos sucesivos, una patronal ávida de dinero rápido, además de una clase media que aceptó su parte del pastel cuando este les favorecía sin pensar en las consecuencias que ello tendría en el futuro, por ejemplo, cuando se vendían pisos por 10 veces su valor real.
Occidente está destinado, afortunadamente, a llenarse de viejos. Y España más aún. Desde 1960, la esperanza de vida iba aumentando un promedio de casi dos años por década. Al arrancar este siglo, los mayores de 60 años representaban el 10% de la población mundial; y en nuestro país, el 22%. En 2050, el 21% del total de habitantes habrá cruzado esa edad; ese porcentaje será mucho más elevado en España (33,6%).
La ironía, la tremenda ironía, es que, para subsistir en medio de esta situación, nuestros jóvenes resultan vitales y en cambio protestamos por las pensiones, pero no por las condiciones en que ellos, nuestros hijos, han de buscar su futuro.
La pandemia ha marcado un antes y un después. El antes, ya lo conocemos, era descorazonador y espero que el después les dé respuesta y les reconozca a ellos. Y es que yo ya no soy el futuro, el futuro son ellos.
Pues eso