A estas alturas si aun queda alguien que considere que esta pandemia ha perjudicado a todos, se equivoca. Sánchez ha encontrado en la expansión del Covid19 el aliado ideal para aplicar un sistema de gobierno basado en la ausencia total de explicaciones al Congreso y en la imposición despótica de su criterio, o lo que es peor, el de sus consejeros.
En la sucesión constante de los estados de alarma Sánchez, desde prácticamente su llegada al Gobierno, ha logrado evitar dar explicaciones sobre sus disparates, y los de los suyos, a los diputados y senadores cuantas veces le ha venido en gana y con ello va a lograr hacer del algo mas del primer año de legislatura, un tiempo record de torpeza, mentira y opacidad como nunca existió en democracia en este país.
Si como decía Groucho Marx probablemente “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”, en este contexto Sánchez ha demostrado ser el político ideal.
Lo peor es que tal y como están las cosas y a fuerza de evitar dar explicaciones, este sistema que se ha sacado de la manga el presidente, basado en la absoluta dejación e inexistencia, ha hecho que sea casi imposible descubrir la verdad, ni en los medios de comunicación ni en las tertulias políticas y mucho menos en las redes sociales.
Sánchez ha logrado que el recurso de muchos para enterarse de lo que pasa, las tertulias radiofónicas y las televisivas, se conviertan en una pelea de gallos, mimética a la del Congreso, en eso de a ver quién grita más, pero con la verdad ausente.
Por un lado están los que se entregan a la defensa incondicional, inconsciente diría yo del “status quo, es decir de Sánchez y siguen instrucciones precisas para allanarle el camino y la llegada de los mensajes a sus afines.
Pero por otro la oposición lejos de ser tal se ha convertido en un permanente despropósito, dispuesta a caer constantemente en las trampas que aquellos les tienden como si de neófitos en esto se tratara, cosa que por otro lado pareciera verdad.
El centro derecha está haciendo todo lo posible por hacer realidad la premonición de Iglesias en el discurso inicial ante el Consejo Ciudadano Estatal de Podemos, cuando calificó a la oposición de «derecha de berrinche y cacerola», y espetó al PP y a Vox de “saber que no van a volver a gobernar».
Pero si es malo para los españoles este presidente que nos ha tocado por decisión del voto de estómago de la izquierda y los enemigos de España, para el propio Sánchez, él mismo es su peor enemigo.
Su endiosamiento, más tarde o más temprano, le pasará factura. Sus excesos injustificados y su arrogancia sin fin son cuestiones que en política se pagan.
Puede ser que tome algún tiempo, pero Sánchez no pasará a la historia mejor de lo que lo ha hecho Zapatero, el peor presidente de la democracia, pues los ciudadanos aunque hoy parezca imposible, en el fondo saben lo que quieren y no puede subestimárseles.
Dar la espalda a los españoles votantes tiene un alto costo y cuando se les desprecia el daño se convierte en irreversible. Promover la división y socavar la armonía en España, definitivamente nunca ha sido rentable.
Es por ello por lo que creo que Sánchez, sin saberlo, es su propio enemigo.
Este presidente apura al límite el cáliz de confianza que sus propios votantes moderados le dieron y a los que ha devuelto el socialismo del que partió manchado y ligado a peligrosas amistades de ocasión, amistades que incluso festejan la excarcelación de los que en su día asesinaron a muchos de los mejores socialistas. Eso nadie no lo perdonaría, pero el socialismo sabrá.
Sánchez ha convertido el partido que fundara Pablo Iglesias Posse en el juguete de Pablo Iglesias Turrión, quien a base de aprovecharse de la absoluta debilidad parlamentaria del socialismo ha llegado a ser vicepresidente de España para desgracia de este país.
Sánchez por su lado sigue en su empeño de mutar el socialismo en una suerte de “sanchismo”, convirtiéndose así en el becerro de oro al que todos los afines y adeptos han de venerar y rezar.
Este abuso del despotismo es lo que le hace ser mortalmente peligroso para sí mismo, pero su prepotencia y los halagos de los aduladores y serviles de turno apenas le deja verlo. Esa prepotencia demostrada en su forma de gobernar alejado del Congreso de los diputados y de los ciudadanos le pasará factura, ni lo dude lector.
Su último “gran logro” ha consistido en abandonar el hemiciclo cuando Casado iba a intervenir dejando con ello evidencia del ninguneo a la oposición en la votación final sobre el estado de alarma. Mal camino sigue nuestra España cuando el camino a seguir por nuestro presidente está más cerca de la dictadura que de la democracia. Claro que esa sería la única forma de hacerse perdurar.
Sánchez sobrevive a sí mismo solo porque la pandemia le deja. No es verdad que los enemigos de España sean sus mejores socios de gobierno, por lo menos no son los únicos, hoy el coronavirus se ha convertido en el principal aliado estratégico de Sánchez.
Es la pandemia la que nos encierra, mes sí mes también, en nuestras casas por el miedo a contagiarnos, sin darnos cuenta de que contaminados ya estamos. Contaminados de la ansiedad, la incompetencia, la prepotencia, la dominación y el miedo que nos inocula diariamente un tipo al que España no eligió de presidente, sino que llegó por mor de una moción de censura avalada por una acusación que hoy se ha demostrado infundada.
En cualquier caso y aunque el futuro con Sánchez hoy se nos aparezca como algo interminable, demasiado largo, casi eterno, no se apure lector estoy seguro de que este presidente, sin darse cuenta, trabaja día y noche por suicidarse políticamente en la creencia de que lo hace por su permanencia, es lo que tienen los ignorantes y sus asesores.
Pues eso