Cuentan que el presidente de los EE. UU. Roosevelt pensaba que sus invitados oficiales nunca escuchaban realmente lo que estaba diciendo. Un día, en una recepción, decidió hacer un experimento. Cuando cada invitado llegaba y estrechaba la mano del presidente, éste sonreía cortésmente y saludaba de esta manera: «He asesinado a mi abuela esta mañana».
Tal y como Roosevelt había anticipado, los invitados respondieron con comentarios tales como: «¡Maravilloso!» «¡Siga con el buen trabajo!» «¡Estamos orgullosos de usted!» ¡Dios le bendiga, señor!
No fue hasta prácticamente el final de la fila de invitados cuando, al saludar al embajador de Bolivia, este realmente escuchó lo que Roosevelt estaba diciendo, así que el embajador se inclinó y susurró: ”Estoy seguro de que ella se lo merecía”
Asumir que lo que dice un presidente por el mero hecho de serlo tiene sentido es tremendamente arriesgado y además falso. Pero es verdad que el cargo anticipa cierta importancia y mérito y por eso se asume que lo que dice pudiera tener sentido “per se”, sobre todo porque lo que dice proviene del máximo mandatario de un país.
En España puede que en un tiempo esto fuera así, pero hoy en día si usted querido lector escucha que Sánchez ha matado a su abuela llame a la policía, porque sin duda será verdad. Y no lo será porque nuestro presidente sea un hombre de rigor, adicto a la verdad y que nunca miente no, nada de eso, todo lo contrario, como usted y yo sabemos.
Pero es que de este presidente se puede esperar cualquier cosa absurda, estúpida o egoísta y aquello que diga, en ese orden de cosas, aunque le parezca imposible será verdad.
No hay que esperar de este hombre y su gobierno de leales adeptos “hare-krishnas” verdad alguna, pero en lo que se refiere a felonías, mentiras y despropósitos hágame caso y créasela. Entre nosotros, cuanto mayor es la astracanada, mayor es la probabilidad de que la lleve a cabo, si no fíjese lector en el tema de la justicia. L
La justicia es un valor, es una idea y también una utopía. En ocasiones los jueces y fiscales cometen errores, entonces se piensa y se dice que hay justicia injusta; soy de la opinión de que en esos momentos se puede y se debe poner una querella o una demanda contra quien actúa así.
Pero ¿qué consecuencias tiene para un gobierno burlarse de la justicia, minusvalorarla, día si y día también, y maniatarla tratando de manipularla?
Hace unos días, viendo la televisión, coincidí con un programa de Jesús Calleja en el que se había llevado de viaje a Islandia a Willy Bárcenas, hijo de Luis Bárcenas, y que al hilo del contexto del programa le entrevistaba sobre, como no, su padre y lo ocurrido con él.
Personalmente Calleja es un personaje que me caía bien, me interesaba el tipo de programas que hace y le consideraba algo “decente” para ver en la TV. Pero mira por donde en este programa llegó a un punto en la charla informal con el personaje en el que Calleja debió sentirse un “pequeño Gabilondo rubio” y empezó a entrevistar al “taburete” sobre Gurtel.
En un momento en que el joven trataba de explicar su opinión personal sobre lo mal que la justicia española se había portado con sus padres, Calleja lo interrumpió y riendo sorprendido le preguntó: es decir que ¿tú no crees en la justicia, no crees en la justicia española?
En el fondo de mi corazón me revine y me pregunté ¿De qué justicia española habla este tipo? Quizás de esa que lleva a una diputada y militante del PSOE, Dolores Delgado, a ser ministra de justicia y luego ocupar la fiscalía general del Estado habiendo sido sospechosamente pillada en comidas y conversaciones de difícil justificación con gente de dudosa reputación. Quizás se refiere a esa a la que los socios de gobierno de Sánchez quieren poner el bozal, manipular y tergiversar sus dictámenes siempre que les da la gana o no les conviene lo que dicen. O quizás es esa que el presidente quiere, haciendo del Consejo General del Poder Judicial una institución plagada de gente de la izquierda más bochornosa y radical.
Pero si malo es esto, peor es el tema del indulto a los independentistas. Han sido tantas las veces que Sánchez ha menospreciado a la justicia que esto del indulto es su “he matado a mi abuela”, pero de verdad y es por eso por lo que resulta peligroso.
Uno llega a pensar que este hombre es tonto, pero temo equivocarme. Este tipo sigue un plan, diseñado por su visir Redondo, para perdurar en el poder. Sabe que si sale de la Moncloa no volverá probablemente nunca, así que el objetivo es aferrarse al sillón y para ello sus socios de gobierno son vitales, especialmente los catalanes. Por eso no solo les dará los indultos que piden, sino también la independencia si es necesario.
España está en manos de un tipo sin escrúpulos que se siente llamado a salvarnos de nosotros mismos y que no atiende a razones que solo con la lógica más elemental se explican.
Los indultos de Sánchez, de producirse, no son solo un ataque a las resoluciones del Tribunal Supremo, es decir de la justicia, son también un mortal desafío a la institución del poder judicial y pone en cuestión la justicia, esa por la que pregunta Calleja, la justicia española.
Y no Calleja, tal y como están las cosas yo tampoco confío en la justicia española mientras esta gente esté al mando del ejecutivo. Y es porque que Sánchez haga estas barrabasadas y no ocurra nada nos hace culpables a nosotros también.
Como decía Albert Camus: “La tiranía no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”. Y Sánchez es un totalitario encubierto.
Pues eso