En mayo de este año se cumplieron 20 años del asesinato a manos de ETA del senador Manuel Giménez Abad, en aquellas fechas presidente del PP de Aragón. El político acudía al estadio de la Romareda junto a su hijo para ver un partido del Real Zaragoza cuando un terrorista le descerrajó tres disparos a bocajarro causándole la muerte en el acto.
Hace nada el Ministerio del Interior, a través de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, ordenó el traslado desde la cárcel de Asturias a la vasca de San Sebastián a la etarra Miren Itxaso Zaldúa Iriberri, alias ‘Sahatsa’ procesada por el asesinato de Gimenez Abad y por el atentado de la banda terrorista ETA en 2002 en Leiza (Navarra), en el que murió un guardia civil y otros tres resultaron heridos.
Asesinos por apoyo parlamentario esa es la síntesis del gobierno de Sanchez. El cambalache político que busca la permanencia en el poder ante la vergüenza nacional
El de Giménez Arnau es uno más de los cientos de asesinados por la banda terrorista que todavía siguen sin resolver. Las familias apenas han podido enterrar a sus hijos, padres o esposos mientras los asesinos aún permanecen en el más profundo de los silencios, ocultos en el desconocimiento o simplemente huidos en países amigos de la muerte.
Durante años ETA repartió sangre y fuego por todo el territorio nacional. Mató sin compasión. Hizo del tiro en la nuca su forma de diálogo mientras segaba las esperanzas y las vidas de tantos inocentes.
Hoy el azar absurdo de la política nacional ha hecho que la ignominia gobierne en España mediante pactos antinatura de humillación nacional con quien tanta muerte repartió y asoló un país lleno de esperanza democrática.
Sánchez humilla a España con sus pactos con Bildu, pero eso poco le importa. España aguanta el desprecio del socialista al mando con la misma paciencia, malentendida, con que sufrió la crueldad de la banda terrorista
La injusticia y la tristeza moral se ceban con este país al ver como los cachorros de los terroristas han recogido el legado envenenado que dejaron los asesinos vascos. En ellos persiste, para nuestro mal, el discurso del odio, los ‘ongi etorris’, la manipulación de la historia, el sectarismo, la burla por el dolor de las víctimas y la inquina con España a la que no reconocen.
Aun así, este gobierno está dispuesto a desmembrar el territorio nacional por el que tantos murieron, como cesión a cambio de los votos de aquellos que mataron e insultaron a sus compañeros y a tantos y tantos inocentes.
Se justifican, Sánchez y los suyos, en una ideología federalista que acepta teorías independentistas y que como un conejo de mago se sacaron de la manga y bajo la cual pretenden justificar los derechos de los herederos de los asesinos
Y es que tras diez años sin ETA la vida en el país vasco sigue demasiado igual. La vida de los guardias civiles en Euskadi y Navarra sigue lejos de la normalidad y la de muchas de las víctimas del terrorismo apenas alcanza eso que llaman normalidad.
Y es que, aunque los asesinos no han vuelto a empuñar las armas desde hace tiempo, lo cierto es que la vida de los guardias civiles y sus allegados destinados en muchas localidades vascas y navarras sigue hoy todavía lejos de los parámetros normales de convivencia en un Estado de derecho.
Situaciones como el acoso a los cuarteles, pancartas hostiles, agresiones a guardia civiles o actos en los que se pide la marcha de la Guardia Civil de estas comunidades continúan haciendo muy difícil la vida de estos guardias y sus familiares.
Por su lado las víctimas han de soportar la continua afrenta de los “Ongi Etorris” cada vez que un preso vasco finaliza su condena y es recibido, como héroe, en su localidad. Muchos incluso han de convivir en la misma ciudad o pueblo con el asesino de su padre, hijo o esposo. Los menos afortunados además han de cruzarse casi diariamente con ellos.
Todo esto no es nada para este gobierno para el cual solo existe la idea de perdurar y sobrevivir al precio que sea. Corren tiempos de indignidad en España llenos de acercamiento de presos, de cesión de las cárceles al gobierno vasco o de comprar sin rechistar todo lo que venga de Cataluña, dinero, instituciones, infraestructuras… Tragan con todo lo que pidan con tal de que Sánchez no vuelva a su chalé en Pozuelo de Alarcón, ese del que nunca debió salir.
Este gobierno de la indignidad ha traspasado demasiadas líneas rojas para convertir a Bildu y los enemigos de España en sus «socios preferentes» y al no haber dudado en cambiar «presos por apoyo».
Si indigno es lo que pasa hoy no cabe calificativo posible para aquel lamentable pésame público de Pedro Sánchez e el Senado aquel martes de setiembre del año pasado ante la muerte por suicidio del preso de ETA Igor González Sola.
«Lamento profundamente su muerte», aseguró Sánchez al senador de Bildu. El preso se había quitado la vida el viernes anterior en la cárcel donostiarra de Martutene, a la que había sido trasladado en verano precisamente por sus condiciones mentales.
Ante esta postura conciliadora con los filoterroristas de este gobierno socialista, quizás conviene recordarles a Sanchez y sus acolitos aquellos párrafos de Kantauri a sus comandos:
«Poned toda la fuerza posible en levantar a un concejal del PP, dando un ultimátum de días para que los presos estén en Euskadi. Hacedlo lo antes posible». «Si no podéis hacer un secuestro, dadle en toda la cabeza». «Tened en cuenta que es el secuestro lo que crea inestabilidad y contradicciones mayores por su dureza. Venga, dadles fuerte y levantad a uno lo antes posible. Dadles caña lo más fuerte que podáis»
Pues eso