
Finalmente Alberto Núñez Feijóo dio el paso, ese paso tan difícil en el que el político que acumula cuatro elecciones consecutivas ganadas por decisión de los ciudadanos gallegos, ha de abandonar su zona de confort y enfrentarse a su decisión política definitiva.
Pero Feijóo no es hombre que se arredre ante decisiones de este cariz. Más bien su propio carácter le impulsa a afrontar el destino de forma constante y buscar desafíos en los que probarse a sí mismo.
Muchos éramos los que creíamos que Alberto Núñez Feijóo no tenía ya nada que probar y que, ya casado y con un hijo, no necesitaba emprender aventuras y mucho menos la de un PP en su momento más cainita y desarbolado por la incompetencia de quien estaba al mando, pero nos equivocamos.
Feijóo acude al desafío nacional con el bagaje de un político que ha sabido cumplir con las promesas que en su día hiciera a los gallegos por cuatro veces.

Quien piense que Alberto se ha sentido presionado por las circunstancias es que no conoce al presidente gallego.
Feijóo siempre ha vivido por encima de la presión. Para el de Os Peares la gestión pública es su medio natural y en ella ha aprendido a cumplir y lo ha hecho con eficacia. Eso y no otra cosa es lo que con seguridad le ha impulsado a tomar esta decisión.
Personalmente, jamás daría un consejo a Sánchez, pero bien haría el de la Moncloa en rebuscar en las hemerotecas cómo Feijóo ganó a Pérez Touriño aquellas elecciones de 2009 cuando nadie lo esperaba. Aquellas elecciones dieron la talla real de un político singular capaz de devolver a su partido el honor de la victoria por mayoría absoluta.
Sánchez tiene ahora un mal enemigo, o mejor dicho un jefe de la oposición que es un hombre de estado y eso crea una diferencia enorme y substancial frente al inmediato pasado.

Se acabó el juego de las idas y venidas. Alberto nunca regresa, siempre avanza, aunque eso le cueste la crítica.
Es de esos políticos que solo miran al futuro porque del pasado aprende en el presente y para cuando quiere darse cuenta, el presente ya se ha convertido en pasado, solo el futuro importa.
Es verdad que hoy izquierda y derecha no pasan de ser sino adjetivos descalificativos que tanto unos como otros se lanzan en la torpe batalla política. La línea ideológica que separa al PSOE del PP cada vez es más fina y apenas es perceptible por momentos y si eso es así definir el centro político aparece como una labor ingente, casi imposible.
Hace algún tiempo leí en el Wall Street Journal algo que lamentablemente pienso que tiene algo de razón. Según el medio “la reducción del entorno político en todo el mundo parece predecir una terrible consecuencia y es que a medida que la extrema derecha y la extrema izquierda ganan fuerza, a los países les resulta cada vez mas difícil encontrar políticos y soluciones reales moderadas y de centro”.
Alberto Núñez Feijóo es de esos políticos que encontró esas soluciones para su tierra, Galicia, de ahí su éxito.
El presidente gallego sabe que el problema no es que esté desenfocado el discurso del centrismo, sino que parece verse superado por la realidad y el frentismo nacional.

Sin embargo, el espíritu de centro es el mismo y la esencia también, pero las circunstancias que lo rodean y la batalla política actual es nueva y eso hace que Feijóo haya sabido buscar constantemente ejes discursivos que lo revitalicen y fijar con ello el éxito de su relato.
Mi única duda radica en el propio Partido Popular nacional, y es que lidiar en esa plaza no es un camino de rosas. Feijóo va a tener que asegurar el terreno antes de tomar la plaza. Por más que el volcán parezca ahora en cierta calma el fuego se mantiene bajo tierra y hay quien lo alimenta sin dar la cara.
Es ante este escenario ante el que el futuro presidente del PP deberá forjarse una guardia de Corps fuerte con la que soslayar la batalla diaria, especialmente la de la comunicación en la que tanto soldado de fortuna hay alrededor del PP.
Si les digo la verdad, a mi parecer, la gran batalla de Alberto Núñez Feijóo no será ante Sánchez, al que ya de partida le ha comido buena parte de su moral, tan fácil era vivir con Casado al otro lado del hemiciclo. La gran batalla le espera en casa, en la sede de Génova. Me alegraría si me equivoco, pero no lo creo.
El PP es un partido marcado por la diversidad de ideologías que lo forjaron cuando eran Alianza Popular, desde socialdemócratas hasta liberales, y eso marca más de lo que se piensa.
De siempre, el PP ha vivido en una permanente lucha de egos y eso provocaba, y provoca, desconfianzas y faltas de posicionamiento, lo que a su vez conlleva luchas internas, visibles e invisibles, para jolgorio de los socialistas.
«¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!», solía decir el ministro Pío Cabanillas, un político con tanta experiencia y de vez en cuando tan buen juicio que aún hoy día sus consejos deberían ser oídos con atención por sus compañeros del PP.
Si Alberto quiere embridar este partido deberá poner en marcha la estrategia de las tres C´s (con perdón): Cabeza, corazón y cojones. Y no dude el lector que de una y otra cosa el de Os Peares viene servido.
Pues eso