Los peligros que acechan a las democracias occidentales no son tanto externos, como se nos ha querido hacer creer invocando el terrorismo islamista, los extremismos religiosos o los regímenes dictatoriales, sino internos.
En el caso de España nadie pone tan en peligro nuestra democracia como la forma de gobernar de Pedro Sánchez y su gobierno. Al mesianismo del personaje y su tendencia a gobernar según su propio capricho en un permanente culto vacuo a su imagen por encima del bienestar de los ciudadanos, se une el uso descarado de los medios de comunicación afines, sobre todo los medios públicos, el ataque constante a las instituciones y el desmantelamiento caprichoso del estado del bienestar, el populismo de su socio de gobierno y su política de promesas vacías y leyes demenciales y el aumento del independentismo excluyente de la mano de cesiones indiscriminadas.
Así pues, el enemigo está en nuestro propio gobierno. Por eso no queda más que llamar a la resistencia civil y pensar en una ‘primavera española’ que derive en unas elecciones que pongan fin a esta deriva desde el convencimiento de que quien decide nuestro destino ha de ser sustituido, urgentemente.
Los políticos independentistas no solo quieren destruir a España, quieren sacar a Cataluña de su entorno, y en la desesperación que les causa estar sujetos a unas leyes que no permitían la secesión, iban por el mundo contando su tragedia para que alguien les ayudara convenciendo a los irreductibles políticos españoles de que les dejaran marchar.
Hoy, machacada continuamente la democracia y preñada la ley de los gustos independentistas, solo les queda esperar que los Sánchez, Rufián, Junqueras y demás palmeros, culminen su ataque a la justicia y permita la existencia de un estado paralelo en el que la legalidad se vea constantemente superada por la ambición política y el interés partidista.
Hay quien les llama patriotas catalanes, pero no. Como traidores que son, se envuelven en banderas que les ayuden en su traición, no solo a España, sino a Cataluña.
Más de la mitad de las personas que existen en Cataluña no quieren discursos ni aventuras secesionistas, no quieren pasearse envueltos en esteladas para pedir secesión, no quieren irse de una tierra que también sienten suya al pronunciar su nombre.
Los catalanes de esa mitad se sienten traicionados por los políticos independentistas que les ignoran llamando catalanes tan solo a la otra mitad.
Haciéndolo, Sánchez traiciona una vez más, y no será la última, a la democracia española, imponiéndonos leyes como la de la desaparición del delito de sedición y la reducción de las penas por malversación y todo para dar capricho a quien odia a España y quiere la independencia.
La animadversión visceral de los independentistas catalanes hacia España es una constante. Recordemos que, en octubre de 2010, sobre el Día de la Hispanidad, Torra, ¿se acuerdan de aquel presidente con aspecto de botiguero? escribió: “España, esencialmente, ha sido un país exportador de miseria, materialmente y espiritualmente hablando. Todo lo que ha sido tocado por los españoles se ha convertido en fuente de discriminaciones raciales, diferencias sociales y subdesarrollo. La “Madre Patria” ha acabado devorando siempre a sus hijos y los ha dejado la peor de las herencias: una identidad deforme, una memoria extirpada, la suburbialización mental”. Un encanto, el paleto catalán.
En cualquier caso, este gobierno de Sánchez pacta con quien así piensa y obvia a los españoles de bien y tal y como se ha visto solo gusta de informar y dialogar con los que están con él, lo hace, pero en buena ley no debiera hacerlo.
La democracia se basa en el diálogo entre distintos, eso enriquece, pero sobre todo permite que una nación se engrandezca y supere los caprichos de estos nuevos dictadorcillos como Sánchez «el guapo», que gobiernan a fuerza de humoradas y antojos peligrosos.
No dialogar ni permitir la crítica parlamentaria, tal y como hace Sánchez, empobrece y debilita una democracia, pero eso ya sabemos que poco les importa a estos nuevos adoradores del gran becerro de oro, de su gurú Pedro Sánchez.
Un gobierno que mantiene secretos o gobierna a fuerza de decretos ley, un gobierno no abierto y transparente, es un gobierno débil que tiende peligrosamente a una deriva totalitaria y en eso está Sánchez.
Corremos peligro. Como dice Feijóo nunca en la historia democrática de España habían sucedido cosas como las que promueve este gobierno y es que Sánchez y los suyos creen en su supuesta legitimidad emanada de los partidos políticos con representación parlamentaria para no prestar la más mínima atención a la gente y, alejándose de sus problemas, proponen la adopción de medidas y leyes que ataca la esencia democrática que nos dimos todos los españoles.
Una vez más, los independentistas catalanes volverán a dividir a Cataluña y a polarizar a toda España, poniendo en peligro nuestra estabilidad democrática y cualquier intento de recuperación económica. El peligro es inmensamente mayor y es que ahora está apoyado por el propio gobierno nacional, ese sobre el que manda y decide Pedro Sánchez.
Podría entender que haya catalanes que quieran algún tipo de referéndum y otros que aspiren a la independencia, lo que de ninguna forma acepto es que el propio gobierno de España esté manipulando fraudulentamente las instituciones, y en concreto la justicia, para facilitarlo, para ceder ante ellos pasando por encima del resto de los españoles, pervirtiendo la justicia con el único objetivo de perpetuarse en el sillón del consejo de ministros.
Sánchez constantemente el espíritu de nuestra democracia y lo hace impunemente. La crisis institucional que esta provocando, por puro interés personal, es no solo una grave amenaza para la democracia española, sino una verdadera traición a la misma.
Pues eso
realpolitics 
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