Niñatos

Mira que me lo temía, que de tanta política rabanera le fueran a salir imitadores en los lugares más insospechados. Pero siempre pensé que sería en sitios más propicios y de escasa cultura, jamás me imagine que fuera a ser en el ámbito académico y menos en la universidad, pero así ha sido.

No recuerdo yo que en la Facultad de Ciencias de la Información se diera la clase de verdulera o vendedora de bragas de mercadillo, dicho esto con el mayor respeto hacia tales profesiones, pero si debe de haber dentro de alguna asignatura nueva, que desconozco, algún seminario o parcial dedicado al horterísmo vocinglero o quizás esta niñata esté pujando por algún puesto prometido en Podemos.

El caso es que, al verla utilizar su minuto de gloria, en el estrado de la Facultad, vociferando y cuál mezcla de pasionaria e Irene Montero dar aquel monográfico de un minuto haciendo gala de semejante odio, forjado en asambleas y círculos de extrema izquierda, a uno personalmente le entró la vergüenza ajena.

Estos nuevos estudiantes anarquistas que tanto gritan ahora, hijos de comunismo del postureo de extrema izquierda y simpatizantes del populismo absurdo, poco tienen que ver con aquellos luchadores por la democracia que en su día eran masacrados por las cargas de los grises (recordemos que así se llamaban entonces) y por los interrogatorios en Sol por parte de miserables como aquel comisario, Billy el Niño le llamaban.

A estos nuevos y caprichosos jovencitos la policía no les toca ni un pelo, no hay un caballo en la facultad, las porras ni las conocen y las detenciones son cosa de la historia. Ahora, en democracia, es fácil gritar, escrachear, insultar e incluso agredir porque están impulsados y patrocinados por partidos políticos, incluso alguno presente en el gobierno.

Ni el mismísimo Pablo Iglesias, cuando escrcheó a Rosa Diez, tuvo repercusión alguna, nadie le toco un pelo de la coleta y es que estos protestantes de nuevo cuño están protegidos por la democracia a la que tanto atacan impidiendo, o tratando de impedir, el libre derecho a la libertad de expresión

En fin, el caso es que decenas de jóvenes se congregaron como percebes en la ciudad Universitaria y en las inmediaciones de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad para atacar a Ayuso y protestar su nombramiento como alumna ilustre en la que fuera su alma mater.

Lo hicieron llamados a la calle por los colectivos Contracorriente – que se define como «anticapitalista, antipatriarcal» y de vocación revolucionaria- y Pan y Rosas, una organización feminista y troskista. Vamos gente demócrata de toda la vida.

Por cierto, según leo, la portavoz de Sindicato de Estudiantes, otro de los instigadores del escrache, una tal Celia del Barrio, dice estudiar en la Universidad Autónoma de Madrid. Es decir que a pesar de haber alentado el intento de boicot del acto contra Ayuso este martes en la Facultad de Ciencias de la Información, lo cierto es que Del Barrio no tiene ningún tipo de vinculación académica con la Complutense, puesto que cursa sus estudios de Ciencias Ambientales en la Autónoma.

Esta joya de la democracia calificó a Ayuso abiertamente, ante quien le pregunto, como “una fascista, machista y criminal. Hemos dejado claro que no es grata en la Universidad Complutense”, mientras el resto de orcos coreaban también lo mismo, aunque su portavoz, a diferencia de Díaz Ayuso, como he mencionado no estudio ni siquiera en la Complutense.

Pero que quiere que le diga lector, que se puede esperar de la gente si el ejemplo de esos políticos niñatos recién llegados que ocupan asiento en el Congreso, en el Senado y en el Gobierno son su ejemplo a seguir.

Que se puede esperar de unos niñatos a los que sus padres les han facilitado todo y que por mor del postureo “coleguil” adoptan posiciones de extrema izquierda, creyéndose por ello los más progres y éticamente más respetables, cuando no son más que horteras de la política e hijos del odio.

Pero que pensar cuando estos pocos, porque son pocos, se instalan a las puertas de las universidades e impiden el paso a todo aquel que no haga el imbécil como lo hacen ellos, que no grite e insulte al que decida el cabecilla de la banda o que simplemente escupa sobre quien llega a ejercer su derecho de dar libre opinión de sus ideas o simplemente a recoger un premio.

Estos idiotas quieren que nos sometamos a sus gustos. Piensan que lo que no es igual a ellos es facha, nazi, pijo o ultraderechista. Sienten ese odio inducido por sus líderes políticos, por lo que es diferente. Reivindican no sé qué ideología que ni entienden en una democracia que no solo les da el derecho a hacerlo, sino que protege ese derecho.

Reconozcámoslo, son pocos, cada vez menos, pero cada vez más horteras, más vocingleros y más mal educados.

Pero una cosa es clara, habría que haberles visto cuando los grises o la Social repartía y señalaba en las propias clases o cuando se pasaba el día en sol entre bofetada y bofetada, cuando no algo peor. Gracias a Dios aquel tiempo pasó y España cambió y hoy nuestra democracia nos da la libertad y la ley (la verdadera ley) que protege a todos los ciudadanos.

Pero ¿Quién nos protege a los ciudadanos de estos niñatos, hijos del odio? Porque estos imbéciles votan y así nos va.

Pues eso

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