
Esta semana debo de reconocer que me ha llamado la atención una soterrada y breve batalla producida a costa de los marcados pezones de la ministra Belarra. Y es que parece ser que, como en mi casa, en los auditorios de las charlas de Podemos también hace frío.
Y es que, al hilo de la inclemencia del tiempo, a la ministra los pezones le jugaron una mala pasada que ella justificó como una expresión de libertad a la vez que calificaba el no llevar sujetador como un acto de rebeldía contra, como no, el ultra patriarcado.
Yo confieso que jamás había visto los pechos de una mujer desde la perspectiva revolucionaria o como reivindicación de la izquierda proletaria. Jamás pensé que aquel artilugio del que la mujer se desembarazó en las playas, para bien común hace tiempo, supusiera un acto de sublevación.
Ahora me explico por qué Franco solo utilizara legionarios y moros en aquel alzamiento, y es que el general mando sus tropas a combatir y menudo papelón si aquella sublevación hubiera acabado con un quitarse los sujetadores. Tremendo el espectáculo de la legión si así lo hubieran hecho. El moro no, el moro es moro y se acabó.
Pero sí, parece ser que para una parte de este gobierno él no usar el sujetador simboliza la rebelión. Y es que ahora este gesto pretende ser la base que demuestre la superioridad de las mujeres a través de los senos. Y si es así a mí me encontrarán ahí, la superioridad del seno de las mujeres es evidente y notorio, incluso a veces poderosamente notorio.

Estas nuevas pasionarias de Podemos argumentan haber recuperado su cuerpo y se niegan a cumplir con la idea que los hombres, siempre los hombres, hemos querido hacer de ello. Me parece fantástico todo mi respeto a lo que quieran hacer con él.
Pero eso sí, por favor, solo les pido que dejen de acompañar esta reivindicación con el pesadísimo mantra de que “el patriarcado es la política sexual de dominación sistemática de la mujer desde el punto de vista social, laboral, cultural, económico, legislativo, para establecer un sistema ventajista para el macho, un conjunto de políticas o relaciones de dominación que obligan a los hombres a estar comprometidos con el poder establecido, de tal manera que el grupo femenino queda bajo el control del grupo masculino”. Casi nada el discursito del ultra feminismo o del populismo de extrema izquierda.
Pobre ministra, se debe ser tremendamente infeliz clamando a gritos en los mítines por la “no sexualización” de las mamas, por la trampa machista que es el amor, o por la libertad pezonil, para que luego te veas enganchada a un bebe cada vez que a este se le ponga en las narices tener hambre y no digamos si él bebe es varón, eso ha de encenderle todos los clichés feministas y llevarle los diablos. Pero que hacer, los hijos son hijos y solo ven en los pezones, comida.
Mi querido lector, en lo tocante a mí, diré que la ministra puede estar tranquila, nunca he sido muy de pechos, más bien de nalgas. Y es que, según mi visión, un hombre que admira físicamente a una mujer nunca ha de fijarse en sus senos o sus nalgas. Es más complicado que eso. Ver una mujer cuando uno no puede ver el rostro porque ella está de espaldas es una experiencia única. El rostro puede o no corresponder a la silueta. La visión frontal puede ofrecernos un aire pesado y desilusionador, mientras que el cuerpo visto por la espalda siempre tendrá un aire mayestático.

Perdón por la divagación, me he emocionado.
Pues bien, tras la aparición de la polémica sobre el marcado pectoral de Belarra, ese dechado de poesía, ese visionario de la verdad, ese D’Artagnan de los derechos de las tetas, el tal Pablo Iglesias, se lanzó a comparar los pezones que mostraba la ministra con los de una foto veraniega de Santiago Abascal vistiendo un polo.
¡No hombre no! ¡Qué bajón Pablo! ¿Cómo se te ocurre semejante abominación? Eso es un golpe bajo al imaginario. Me podría explicar tus declaraciones contra el infiltrado policial que “sembró” de frustración a las independentistas catalanas. Me lo explicaría (aunque no lo entendería), pero de ahí a comparar cosas pectorales va un mundo, es casi un sacrilegio. Pero si es tu gusto, allá tu, te lo respeto.
En cualquier caso, dar carácter de reivindicación política a un tema tan trivial no creo que sea bueno, puede inducir a error y solo fomenta actitudes absurdas entre ciertos grupúsculos de pocas luces.

Me permito recordar que en la mitología, las Amazonas se mutilaban el seno derecho para poder tirar mejor con el arco, y es que la eliminación del seno correspondía al mejor manejo del arma. Las amazonas eran guerreras que querían estar a la par del hombre, lo cual se podría ver como una protesta feminista, pero por otro lado, según el relato mantenían un pecho para seguir siendo mujeres.
Pero Pablo, aunque el seno de los hombres te parezca comparable al de Belarra, los pezones no lo son. Y es que es evidente que el seno de la mujer siempre tiene la capacidad de amamantar y en él el pezón cumple la función de tetilla a la que engancharse.
No sé tu Pablo, pero gracias a engancharnos a ellos nos alimentamos en nuestra edad más temprana. Mientras que en la madurez el pezón nos engancha también, debido a una función erótica obvia. Es un signo de feminidad. Los senos son parte del encanto de la vida, no lo niego.
En fin, también es cierto que muchas mujeres con senos grandes se quejan de que los hombres difícilmente miran a su cara. Pero y tú Pablo, ¿Dónde miras tú?
Pues eso