¿Dará Pedro el “sacrificio de Dama” a Begoña?

¿Sacrificar la dama en ajedrez? Todo el mundo es capaz de hacerlo, es un ejercicio táctico de libro. Y es que no cuesta nada entregarla para resolver una de esas automáticas combinaciones de mate

La política es un ámbito donde el poder, la ambición y la estrategia a menudo se entrelazan de maneras complejas y, a veces, moralmente ambiguas.

Uno de los dilemas más profundos y trágicos que pueden surgir en este contexto es cuando un político decide “sacrificar a su dama” para mantenerse en el poder. Este sacrificio puede manifestarse de diversas formas, desde decisiones que perjudican directamente a la pareja hasta traiciones emocionales o la utilización de la relación con fines políticos.

Asumiendo esto como una realidad todo es posible. Hoy en nuestro país tenemos un presidente que ha demostrado que es capaz de jugar con la mentira en su más amplio espectro. No ha tenido problemas en traicionar a su propio partido, a su gobierno, a sus votantes y a su país, tan solo por asegurarse el poder.

Somos muchos los que creemos que estamos ante un personaje peligroso capaz de utilizar, manejar, exponer e incluso sacrificar a propios y extraños sean estos quienes sean. Pero ¿Sería capaz de utilizar y jugar con su propia esposa por ganar votos y permanencia en el poder? ¿Podría ser todo este juego de la ambigüedad y la “no” respuesta una estrategia de victimización ante su votante, sus afiliados o sus seguidores?

Según pude leer en Vozpopuli, Sánchez empleó aquellos cinco días para lograr convencer a Begoña Gómez de que iba a estar arropada frente a unas acusaciones que ella considera injustas, ya que dice, no ha hecho más que proseguir, dice, su carrera profesional en los seis años que lleva su marido en La Moncloa, “sin ejercer tráfico de influencia alguno”

No cabe la menor duda de que para un tipo tan ambicioso y sin escrúpulos como Pedro Sánchez las tensiones entre la vida pública condicionan su vida privada, pero me temo que por mucho que él insista esa supuesta pausa de amor por su mujer, encierra más bien una estrategia por hacer prevalecer su futuro político más que por preservar a su familia, en este caso a su esposa, tales son las profundas implicaciones éticas y personales de su búsqueda del poder.

En la política, el sacrificio de la pareja en aras del poder ha adoptado las formas más sutiles, pero igualmente devastadoras. Los ejemplos son numerosos y variados, desde figuras históricas hasta líderes modernos que enfrentan dilemas éticos similares.

Uno de los casos más icónicos es el de Napoleón Bonaparte y su primera esposa, Josefina. Casados en 1796, su relación comenzó con pasión, pero fue afectada por las presiones políticas y personales. A medida que Napoleón ascendía en el poder, se obsesionó con la necesidad de tener un heredero para consolidar su dinastía. Josefina, quien ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior, no pudo darle un hijo a Napoleón.

Esta situación llevó a Napoleón a tomar la decisión de divorciarse de Josefina en 1810, a pesar de que aún la amaba profundamente, para casarse con la archiduquesa María Luisa de Austria con la esperanza de tener un heredero. El sacrificio de Josefina fue una decisión puramente estratégica para Napoleón, destinada a asegurar su legado y la estabilidad de su imperio.

Un ejemplo reciente de este tipo de sacrificio es el caso de Enrico Letta, el ex primer ministro de Italia, cuya esposa, Gianna Fregonara, era periodista en un periódico importante. Durante su mandato, Letta tuvo que enfrentarse a la difícil situación de distanciarse públicamente de su esposa para evitar conflictos de intereses y mantener su integridad política. Aunque no hubo una traición directa, la necesidad de distanciarse creó una tensión significativa en su relación.

La ética de Sánchez en política ya ha demostrado que se basa en el principio de que los fines justifican los medios. En su búsqueda del poder, podemos colegir que en la mente del inquilino de la Moncloa vive permanentemente la idea de comprometer sus valores personales y el sacrificio de su relación personal para alcanzar sus objetivos.

Llegando a este punto ese comportamiento no solo es perjudicial para la pareja sacrificada, sino que también puede tener repercusiones negativas para España y su capacidad de futuro.

Y es que es evidente que este tipo de individuos con excesivas ambiciones políticas como Sánchez a menudo poseen desmesurados rasgos de narcisismo y el maquiavelismo, lo que les permite justificar sus acciones moralmente cuestionables en nombre de un bien mayor o un objetivo superior, él y solo él.

Estas características pueden llevar a los políticos a ver a sus parejas no como individuos con necesidades y derechos propios, sino como extensiones de su propia identidad y herramientas para alcanzar sus metas.

Un ejemplo de esto serían Vladimir Putin y su ex esposa Lyudmila. Durante años, la vida privada de Putin fue un misterio, y su relación con Lyudmila estuvo marcada por el secretismo. Finalmente, en 2013, la pareja anunció su divorcio de manera pública, citando las exigencias de la vida pública como una de las razones. Aunque no hay pruebas directas de que Putin sacrificó a su esposa por razones políticas, el entorno de secretismo y control que rodea su vida sugiere que la relación pudo haber sido sacrificada en aras de mantener su imagen y poder.

La cuestión es que con el impasse de esos cinco días tan solo logró agrandar aún más la sensación de corrupción de su esposa e internacionalizarla. Hoy hasta en Afganistán saben que Begoña Gómez está imputada en una causa de corrupción.

Ante esto cabe preguntarse si Sánchez ha llegado ya a racionalizar el sacrificio de su pareja como una necesidad estratégica para el bien del futuro de su carrera.

Esto requiere mucha frialdad y tomar decisiones profundamente egoístas y dañinas para la pareja, pero como ha demostrado ya el monclovita, capaz es capaz.

Pues eso

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