Palestina: Una nación que nunca será

El título de este artículo no es una afirmación basada en el deseo o en otros sentimientos, sino un resultado simple y realista de examinar los eventos que se han dado entre los bandos y el desarrollo de los últimos sucesos.

En primer lugar, hay que saber que jamás los palestinos quisieron compartir el territorio con los judíos; de hecho, fueron ellos los que vendieron la mayoría de sus tierras a los judíos inmigrados tras los pogromos rusos y el Holocausto.

Los judíos, y la historia así lo refleja, siempre estuvieron a favor de la convivencia de los dos estados hasta que las fuerzas de distintos países árabes atacaron Israel. Hasta ese momento, nunca desesperaron por compartir más que dividir.

En la década de 1940, los palestinos se encontraban bajo el Mandato Británico y eran un grupo bastante dividido, con capacidad muy limitada para organizarse como nación.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el documento constitutivo de Naciones Unidas declaró que cada pueblo tendría derecho a su propio Estado, la mayoría en el mundo creía que los palestinos eran un grupo de tribus primitivas que no tenían la identidad, cohesión, educación ni organización suficientes para ser un pueblo.

Una vez creada la Organización para la Liberación Palestina (OLP), Estados Unidos se negó a tener contacto oficial con ella hasta finales de 1973, después de la Guerra del Yom Kippur. Hasta ese momento, Estados Unidos vetó cualquier párrafo de los documentos del sistema de Naciones Unidas que incluyera las palabras “Palestina” y “Pueblo”.

Durante el momento de deliberación de la ONU sobre el reconocimiento del Estado de Israel, muchos líderes palestinos, casi todos tribales, bravuconeaban con que “iban a echar al mar a los invasores judíos”. Esto lo afirmaban sin tener cómo hacerlo, pero dejó una marca indeleble entre los judíos, que repiten esa frase frecuentemente.

Muchos argumentan que el enfrentamiento ha sido entre dos pueblos que justamente claman el derecho a la misma tierra. Pero este no ha sido un enfrentamiento entre iguales. Los judíos tenían y siguen teniendo una enorme capacidad de organización y de lograr el apoyo del mundo —lo que no se puede decir de los palestinos—.

Los primeros son globalizados y cosmopolitas, mientras que los segundos pueden tener otras cualidades, pero no las necesarias para manejar la situación con éxito. Por otro lado, el pueblo judío ha producido más científicos y premios Nobel per cápita que cualquier otro pueblo y su nivel educativo es muy alto.

La tradición de pensamiento crítico es muy fuerte entre los judíos. Además, su éxito en el sector financiero es notable y, más importante, tienen un nivel de cohesión muy alto, lo que les permite actuar en grupo.

No necesito repetir ni subrayar el horror ante los 1,200 asesinatos de civiles indefensos, los secuestros y violaciones criminales que dejó el ataque de Hamas contra Israel y las terribles imágenes del recibimiento en Gaza, entre vítores, de los asesinos arrastrando los cuerpos de sus víctimas.

Pero esto no hace moralmente justificables los permanentes ataques de represalia contra Gaza que hasta ahora han matado a miles de palestinos, incluidos cientos de niños, y herido a más de seis mil. O el asedio de una ciudad de 2,1 millones de habitantes que llevan días sin electricidad, agua ni comida.

También entiendo la reacción de muchos israelíes, como el ministro Katz al responder: “nadie tiene derecho de venir a darnos lecciones de moral”, especialmente tras la visible inacción de los aliados durante el Holocausto nazi.

Hoy me temo que sea ya tarde y que Israel no tolerará la existencia de un estado Palestino; su preferencia comprobada es desplazar a los palestinos hacia lugares como Egipto u otros países que acepten recibirlos.

Pero ningún país árabe con frontera con Israel quiere a los palestinos, que tanto defienden, en sus territorios. La experiencia de Jordania, que los tuvo que expulsar, fue para ellos suficiente.

Hoy el recuerdo de los cuerpos acumulados en containers y otros por identificar así como los secuestrados y aun no liberados, apenas permite a los israelíes interiorizar la magnitud del 7 de octubre, día en el que cientos de miembros de Hamás se adentraron unos 25 kilómetros, protagonizando el ataque más sangriento y execrable de la historia de Israel.

La cobardía de los asesinos de Hamas parapetándose tras los palestinos inocentes fue su estrategia de defensa en lo que preveían iba a ser la respuesta sin paliativos de Israel, como así fue.

Hoy Hamas sigue matando en Gaza. La represalia israelí es el argumento que esta banda terrorista utiliza para lavar su imagen y es que cuantos más muertos haya en Gaza mejor les va a ellos, más justifican sus asesinatos, los de ayer y los que vengan.  

Y eso es lo que al final hará que la vieja tierra Palestina será un Estado israelí democrático, para los judíos que irónicamente “echarán al mar” o al desierto a los palestinos.

Después de 75 años, ese sueño de dos Estados no ha avanzado, Ni avanzará y cada bando culpará del fracaso al otro.

Pues eso

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