
A estas alturas de la historia decir que el gobierno maneja pésimamente esta crisis sanitaria resulta obvio, todo el mundo excepto los adictos a este nuevo socialismo saben que eso es así. Sin embargo, este gobierno bipolar, unas veces sanchista y otras chavista, no ha dejado de difundir acometidas a la oposición, al Rey y la iglesia…, veladas y directas, como arma política, con relatos que tratan de discordia y fragmentación social.
Sin embargo encajan mal Sánchez y su gobierno cuando les hacen tragar apenas una cucharada de aquello que ellos siempre reparten por cubos, la crítica, y como era de esperar, sobre todo desde la parte bolivariana, acuden al juego sucio como toda solución con la aquiescencia de Iván Redondo y su gabinete.
Y es que el Ejecutivo lleva un mes alimentando el debate sobre las noticias falsas y los bulos para desacreditar a quien le critica por su gestión de la crisis. Pero mira por donde la estrategia se volvió contra Moncloa el pasado domingo, cuando descubrimos por un lapso de un general, que la Guardia Civil debía vigilar que nadie hablara mal sobre el Gobierno.
Todos nos acostamos aquel día sorprendidos por la declaración de aquella vuecencia y más aún tras asistir a la timorata y balbuceante justificación de Marlaska que solo dejó claro que aquello olía mal.
Pero mira tu que a la mañana siguiente todos nos despertamos con la confirmación de que semejante mal olor era por algo posiblemente real, al ver en la prensa un mail en el que se ordenaba lo que el general, por un lapso, había mencionado en la rueda de prensa: Alguien había dado la orden a la Guardia Civil de poner a España bajo vigilancia.
Iván Redondo, el hombre al que Sánchez ha dado todos los poderes en lo referente a la comunicación del Gobierno y del PSOE, es un buen asesor de comunicación, un hombre conocedor de los vericuetos de este trabajo y sabe como coordinar el “tempo” de la información y la desinformación.
En el 2016 Iglesias le entrevistó en el programa de su televisión “La Tuerka”, y dejó claro su autodefinición como «un consultor que se tira por un barranco por su cliente». Lo que no dijo entonces es si antes de hacerlo era partidario de tirar por el barranco al cliente, como parecer ser.
Como si de una premonición se tratara, en aquel programa, Redondo aseguró: “El tiempo en política es lo más importante, porque todo el mundo acaba cadáver. Solo es cuestión de tiempo. El que controla el tiempo gana”.
Es en ese control obsesivo de los tiempos donde mas fácil es cometer errores como el del general. Redondo controla el tiempo en que se dicen las cosas, y el momento de la declaración de el de la benemérita era el adecuado, justo en medio de la polémica abierta sobre la censura a los medios y el uso de bots, perfiles falsos y fake news.
Le venía de perlas que la Guardia Civil remachase el hecho aduciendo su implacabilidad en la persecución de esos delitos. Pero con lo que no se contaba es con que el general, o quien le escribiera el argumento, se extralimitara en el relato y sacara a colación también la acción -por debajo de la línea- encargada al cuerpo. Mal asunto, juego sucio querido Redondo.
El parche elegido para tratar de apagar el fuego fue argumentar que “todo era un error por la utilización del termino equivocado, se dijo Gobierno cuando debería haberse dicho Estado”. Confirmado, nos creen tontos.
Redondo no es Goebbels aunque viendo sus acciones se entrevé una admiración del jefe de gabinete de Sánchez por el personaje y por ello es fácil deducir por dónde camina la estrategia del Gobierno en esta crisis. Y es que se ve de lejos que la comunicación no es la clave de este gobierno, es la propaganda la herramienta elegida por Moncloa para manejar esta crisis, con una diferencia insisto, Redondo no es Goebbels.
Goebbels tenia 11 principios bajo los que urdía su propaganda, pero tres son a los que creo que Redondo presta especial dedicación:
Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Se asume que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa
Principio de silenciamiento.
Acallar las críticas sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Pero repito, Redondo no es por fortuna Goebbels y es que el Ministro del Reich para la Ilustración y la Propaganda logró hacer de un loco paranoico el líder de la Alemania nazi, mientras que a Redondo le está costando Dios y ayuda hacer de un mediocre pretencioso siquiera un político.
Dios sabe que pasará por la cabeza del general de la Guardia Civil al verse metido sin quererlo en semejante avispero político, pero lo que sí está claro es que los -Redondo de turno- alrededor de Sánchez, manejan el juego sucio por encima de cargos e instituciones, porque de eso va, de campañas sucias contra la oposición, de manejar el tempo de cada acción contra cada uno.
En marketing político es fácil confundir campañas negativas con campañas sucias. Pero en realidad son 2 estrategias completamente diferentes.
La campaña negativa resalta los errores y defectos del contrario: los estudia, los subraya ante el público, los pone en primer plano, los destaca y pone sobre ellos una inmensa lupa y un potente foco de luz.
Busca que el público advierta el grave error que significaría apoyar a ese adversario. Y las consecuencias negativas que acarrearía.
La campaña sucia, mientras tanto, ataca al adversario. Pero lo hace no resaltando sus errores y defectos sino creándolos.
La campaña sucia distorsiona la realidad, inventa, atribuye cosas que no son reales. Y lo hace a sabiendas, con el único objetivo de dañar al otro sin importar cual sea el medio utilizado. Para ello atraviesa las fronteras de la ética, de la dignidad, del decoro…
No busca ilustrar al público ni prevenirlo. Busca engañarlo.
Y es que como decía George Orwell, “En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”.
Pues es eso