Corren tiempos difíciles para una España anubarrada por la duda que genera la acción de quien manda sobre nosotros. Este gobierno apocado y débil de izquierdas y populistas, aferrado a su sillón, gusta de poner constantemente en cuestión y sin pudor el valor de nuestras instituciones, esas que nos dimos tras la transición, en lo que se llamó el espíritu del 78.
En aquel año 1978, nuestra democracia arrancaba al hilo de una transición marcada por la esperanza y la incertidumbre, pero también por el miedo, la violencia y las inercias del pasado. Comenzaba en España un nuevo sistema que, con la Constitución en la mano, permitía el desarrollo democrático, la reforma del Estado y el progreso social y cultural en nuestro país.
España definitivamente entraba en el futuro y la modernidad de la mano de un sistema democrático que, aunque lleno de dudas, no tenía vuelta atrás.
La generosidad y la visión de Estado de los padres de la Constitución hicieron que este país abrazara la democracia de tal forma que España llego a convertirse en modelo de transición y ejemplo de progreso.
Hoy apenas queda algo de aquella generosidad y visión entre la vulgaridad política que atenaza este país. Aun así, lo más preocupante es este gobierno sociopopulista que critica, día si día también, nuestras instituciones poniéndolas en cuestión o directamente atacándolas.
La justicia, la ley, la monarquía, la policía, el estado de las autonomías, la libertad de prensa… No hay títere que quede sin cabeza por el capricho de una recua de politicastros incapaces de hacer Estado y permanentemente llevados por intereses personales espurios.
Es verdad que el espíritu que subyace detrás de nuestro texto constitucional es de concordia y consenso. Concordia, que significa el latir conjunto de los corazones, entre todas las fuerzas políticas.
Un afán de concordia al que ahora quiere apelar el iluminado que rige nuestros destinos a fuerza de decretos ley e imposiciones y que violenta nuestras voluntades creyéndose en posesión de la verdad y decidido a salvarnos de nosotros mismos.
Es verdad que nuestra democracia anda acosada por estos nuevos salva patrias, ahora en el gobierno. Se arrogan el papel de representar parlamentariamente a la mayoría del país para justificar su infamia, cuando tan solo son una unión de conveniencia de minorías antagonistas.
Cada uno con un interés diferente, pero con un mismo objetivo; acosar la unidad nacional desacreditando sus instituciones y derribando el eje de nuestra democracia. De eso va esto, de cuestionar hasta demoler los valores y principios del sistema que entre todos nos hemos dado y que quedaron reflejados en la Constitución.
Es verdad que algunos bien intencionados piensan que la letra de algunos artículos o, incluso, de algunos títulos podría modificarse para ayudar a resolver mejor algunos problemas que, en estos años de vigencia, no se han resuelto suficientemente bien.
Pero, antes de entrar en el debate de qué es lo que se puede modificar de la letra de nuestra Constitución, convendría aclarar y tener en cuenta que hoy en día demasiados políticos del arco parlamentario no son fieles al espíritu de esta, es más desean su desaparición, así como la de la unidad nacional.
Hoy los tricornios y gorras de plato que antaño quisieron frenar al pueblo y su derecho democrático han sido sustituidos por coletas, greñas y ministros sospechosos.
Hoy esa llamada de Sánchez a la concordia tiene trampa. El monclovita pide concordia con sus planteamientos y su discurso. Pone la concordia tras los decretos ley. Él decide y el resto cumple, esa es la concordia que busca este líder del postureo.
No camina España por el mejor de los caminos. Nuestra democracia esta bajo cuestión por aquellos que no la quieren. Sánchez tomó el camino de gobernar junto a los populistas y estos ya sabemos que entienden por democracia, solo hay que leer algunas de las recomendaciones que en su día hicieron a Hugo Chávez o ver alguno de los videos con sus loas al bolivariano.
Con sus ministros en el gobierno y el efecto contaminante de su virus en las decisiones de este es fácil entender a que clase de democracia aspiran. Y si además tenemos en cuenta que para gobernar pactan con independentistas, filo terroristas y jugadores de ventaja, coincidirá conmigo lector que el título de este post no está mal traído: “Acoso y derribo a nuestra democracia”, porque de eso va.
Gracias a Dios la gente se va dando cuenta de qué significa el populismo de izquierdas y ha parado su tendencia ascendente eliminando del arco político al cabecilla de tal mal. Pero ojo, parte de su virus ideológico se mantiene en personajes como el tal Iván Redondo, responsable de algunos de los últimos movimientos sanchistas.
La democracia española se enfrenta a un ataque progresivo de medidas políticas que buscan la desactivación del sistema y de las instituciones del Estado democrático y de Derecho.
Son medidas tomadas, o toleradas, de manera colegiada y corresponsable por todos los que se sientan en el Consejo de ministros, incluidos los que se dicen moderados, cuya influencia es nula frente a los excesos intervencionistas de Sánchez y anteriormente de Iglesias.
Pero señor presidente recuerde: “Quien hoy le compra con su adulación, mañana le venderá con su traición.”
Pues eso
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