Como si intuyera el pésimo papel que sus ministros iban a desarrollar ante Filomena, Sánchez no ha querido aparecer públicamente a lo largo de esta crisis invernal.
Alguien le ha debido comentar que su sobreexposición durante la pandemia había sido “suficientemente excesiva” como para hartar al ciudadano más paciente o más chavista y alguien ha debido sugerirle que mejor sería adoptar un postureo más táctico y ocasional.
Lo ha hecho tan al pie de la letra que aun así sigue viéndosele el cartón. Y es que este presidente es esclavo de esa imagen que se ha forjado y con la que cree resultar más imponente. Sánchez es esclavo de su pose porque de su talento no puede.
Ese andar lento, sostenido, erguido, de hombre convencido de que no es solo guapo sino el rey del mambo. Ese tono “cool” que adopta en las alocuciones con el que cree adoptar un perfil de estado, de personaje impoluto. Esas fotos “kenedyanas” en las que tan pronto se le ve con su perro como subiéndose en el falcón. En fin, esa actitud artificiosa e impostada que adopta cuando no por conveniencia, si por presunción, hacen de Sánchez un personaje cuestionable incluso más allá de la política.
Sin embargo, todo lo que es susceptible de empeorar, empeora, y el domingo 10 de enero, 48 horas después de la nevada, Sánchez tuvo a bien desplazarse al Ministerio del Interior para presidir la reunión del CECOD, el Comité Estatal de Coordinación y Dirección del sistema nacional de Protección Civil para evaluar los efectos del temporal Filomena y lo hizo hecho un figurín, mas postureo.
Sánchez apareció tarde y mal. Apareció tras un fin de semana nada fácil ni agradable para la gestión y después de que el secretario general del PP les pidiera a Sánchez y a Iglesias que “dieran la cara” después de su “noche de peli y mantita”, mientras miles de ciudadanos se quedaban sin luz y miles de conductores quedaban atrapados en sus vehículos.
Como respuesta Sánchez se hizo fotografiar y filmar bajándose del todoterreno blindado en el que llego al ministerio, como si de la llegada de un todopoderoso ángel de la salvación se tratase.
La imagen de ese presidente pisando la nieve vestido traje y zapatitos italianos en medio del desastre blanco que condenaba a los madrileños a una situación de emergencia, sugiere al menos una reflexión y es que pasearse así durante uno de los mayores temporales que se recuerdan no es ya solo cuestión de postureo, sino que raya en el ridículo mas flagrante.
Iván Redondo, ha metido a su jefe en una rueda constante de imágenes absurdas de dudosa rentabilidad. Entiendo que es de los que piensan: «Que se hable de mi mal, pero que se hable». Sin embargo, esta máxima que muchos dan por válida en materia de comunicación no tiene mucho sentido en nuestros días en los que el efecto multiplicador e inmediato de las redes sociales y la web pueden impulsar hasta la cumbre o hundirte en un «plis-plas» sin argumento alguno. Sea positivo o negativo, el mensaje hoy se propaga como los virus de la gripe y curarlo resulta casi una misión imposible.
Sánchez lució una vez mas ridículo, también es cierto que otros decidieron hacerse filmar con una pala quitando nieve, pero esa antítesis del anterior no dio mejor resultado. El ridículo no conoce limites ni distingue entre partidos.
Ante esto me pregunto ¿Cuándo entenderán los políticos que cuidar su imagen no tiene nada que ver con el oportunismo? ¿Cuándo comprenderán que la pala o los zapatitos italianos en la nieve ya no forman parte de lo que la gente busca en un político?
Hoy eso que se llama “marketing político” tiene que ver más con la consistencia y la coherencia que con las salidas de tono y las fotos oportunistas. En los tiempos que corren, entre pandemias y desastres naturales, la gente necesita la seguridad de un político al mando, de alguien con las ideas claras y que transmita fiabilidad, un guardián a la puerta que no solo avise cuando hay un incendio, sino que sepa adelantarse, intuir cuando puede suceder y que cuando suceda busque ponerse al mando porque eso es lo que debe hacer y no porque quiera que así parezca.
Lamentablemente no veo políticos así hoy en nuestro país. Ni quien gobierna ni las opciones existentes dan síntomas de ser lo que este país necesita y eso es malo. Pisar la nieve requiere botas de suela de goma y guantes y no zapatitos de exposición, pero tampoco coger la pala puntualmente como arma arrojadiza y no con el ánimo de ayudar de forma decidida.
A este país nuestro le sobra el postureo de sus políticos y le falta capacidad de dar soluciones a sus graves problemas.
Desde mi punto de vista los políticos españoles se equivocan. Enfrentarse a los medios y la opinión pública, en situaciones ridículas por absurdas, lleva aparejado siempre costos de credibilidad. Y además la situación de los políticos en estos tiempos que corren no es la más idónea para disparar con pólvora mojada. Hacerlo es una manera brillante de perder el tiempo, luego se quejaran de que la sociedad no sabe valorar sus esfuerzos.
Sánchez pisó la nieve 48 horas después de declararse el desastre natural y lo hizo para dar la sensación de estar haciendo algo y algo hizo a mi juicio, el más absoluto de los ridículos…Vamos como siempre.
Pues eso