Arthur Schopenhauer consideró que la crueldad es una de las tres motivaciones esenciales de las acciones humanas, siendo su expresión práctica el sadismo o la maldad. Schopenhauer pensaba que para el individuo cruel “los sufrimientos y dolores de los demás son fines en sí mismos y su consecución le provoca placer”.
No querido lector, hoy no hablaré de Sánchez, ni de iglesias, ni de políticos por más que su crueldad mental nos ofenda y nos hiera. No, hoy he decidido hacerme eco de una noticia que leí el miércoles pasado en El País y que sorprendentemente no alababa al monclovita.
Me llamó la atención un titular menor de portada de ese diario que decía: “Honores para Ramona víctima de los nazis. Oradour homenajea a la española muerta en la matanza de 1944 e identificada en 2020”.
Confieso que soy un apasionado de todo lo que tenga que ver con la II Guerra Mundial. Leo, veo documentales, escribo, veo películas, analizo documentos e incuso hago maquetas de escenarios de batallas, vamos que soy un friki del tema.
Hace tiempo repasando la documentación sobre la semana posterior al desembarco y los movimientos de tropas de los bandos en liza, descubrí lo ocurrido en Oradour sur Glane y desde entonces la memoria no me permite olvidar ese nombre y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando lo escucho.
A este punto no hablaré de la crueldad del nazismo con los judíos o en general de los asesinatos de las SS, no hace falta, mucho se ha hablado de semejante abominación y la información solo no ha llegado a quien no quiere oírla, que los hay. Pero la crueldad de los hechos no admite olvido y quien no quiera reconocerla es cómplice de aquella barbaridad.
A pocos, casi a nadie, les sonará el nombre de Oradour sur Glane, pero si en algún sitio cobró su terrible sentido la frase de Schopenhauer, fue allí en esa localidad cercana a Limoges que hoy reconoce a la víctima 643 de los asesinatos de Oradour, la española Ramona Domínguez Gil. Dieciocho españoles murieron junto a Ramona allí aquel día, me explicaré:
Desde febrero de 1944 la Segunda División Panzer SS «Das Reich» estaba estacionada en ciudad francesa de Montauban, al norte de Toulouse, esperando ser reaprovisionada con nuevo equipamiento y tropas recién entrenadas. Tras el Día D, la invasión de Normandía se ordenó a la división que atravesase el país para detener el avance de los Aliados y sin dilación se pusieron en marcha.
En la mañana del 10 de junio de 1944, el Sturmbannführer Adolf Diekman, al mando del primer batallón del 4º Regimiento Waffen-SS Panzer-Grenadier, informó al Sturmbannführer Otto Weidinger en la oficina central del regimiento, que dos civiles franceses le habían comunicado que un oficial de las Waffen SS estaba retenido por la resistencia francesa en Oradour-sur-Vayres, un pueblo cercano.
Eran las 14:15 cuando, coincidiendo con el final del almuerzo, una columna alemana compuesta por una decena de vehículos, 3 camiones y 2 blindados semioruga y 150 soldados remontó la vía de entrada a Oradour desde la carretera de Limoges
Inmediatamente el batallón de Diekmann cercó el pueblo de Oradour-sur-Glane, al que confundió con el cercano Oraoud-sur-Vayres, y ordenó a los habitantes y a cualquiera que estuviera en las inmediaciones que se reunieran en la plaza del pueblo, aparentemente para controlar los documentos de identidad.
Ese día Oradour, irrelevante desde el punto de vista militar y sin relación directa con ninguna acción previa, fue escenario en el frente occidental de las particulares prácticas de crueldad, terror y violencia aplicadas por los Waffen SS en el marco de su estrategia de Guerra Total.
En apenas 20 minutos la plaza del pueblo se llenó de gente, un tercio eran niños, el comandante alemán ordeno al intérprete que tradujera sus palabras al alcalde. En su alocución acusó al pueblo de servir de depósito de armas para la guerrilla así que Dickmann le ordenó seleccionar a 30 rehenes.
El alcalde rechazó de plano la acusación pues allí no existían esas armas, pero se ofreció él mismo como rehén al oficial. Los Waffen-SS procedieron entonces a separar a los hombres de las mujeres y los niños, para llevarlos hacia las afueras del pueblo, mientras que estos últimos eran retenidos y conducidos hacia el interior de la iglesia.
La tragedia se inició cuando un soldado lanzó una granada de humo que explotó en el interior la iglesia que comenzó a arder, desencadenando el pánico entre las mujeres y los niños a la que los Waffen-SS respondieron acribillándolos con sus fusiles automáticos, pereciendo todos menos una mujer que pudo escapar malherida por una ventana.
A su vez, la explosión sirvió como señal acordada para que los soldados apostados con ametralladoras pesadas en las afueras iniciaran el fusilamiento de los varones agrupados, al término del cual, los soldados caminaron entre los cuerpos tendidos para disparar sobre los que todavía agonizaban.
Después, durante varios días los SS fueron agrupando los cadáveres y tras cubrirlos con cal viva, se les prendió fuego mientras que, de manera sistemática, se procedió al incendio de cada uno de los edificios del pueblo, hasta la partida definitiva de la unidad hacia el frente de Normandía el 13 de junio.
De los 150 SS que atacaron Oradour solo hubo dos condenas de muerte que fueron conmutadas por cadena perpetua. El resto nunca fue localizado o fueron condenados a penas menores. Diekmann nunca rindió cuentas ante tribunal alguno, ya que murió decapitado el 29 de junio de 1944 en Normandía. Un pequeño consuelo para la conciencia.
Así que si el crimen fue cruel, el castigo fue lo más cruel de todo. Hoy Oradour sur Glane permanece como lo dejaron los SS para recuerdo de la ignominia que puede alcanzar el ser humano.
Habrá miles de ejemplos como el de Oradour que expliquen hasta que punto el hombre es bastardo de sí mismo, pero no por saberlo me resulta menos agobiante y angustioso lo ocurrido allí.
Y es que enfrentar a la gente trae siempre violencia. Hoy, sobre la mesa mundial y nacional hay muchos motivos de enfrentamiento y me inquieta porque el mundo no parece haber aprendido nada
Pues eso