Votar bajo sospecha

Mucho me temo que el Gobierno de Sánchez esté explorando el mundo oculto de los recovecos y maniobras orquestales en la oscuridad cara a garantizarse el voto en las próximas citas electorales.

No lo digo solo por la evidencia de que Sánchez haya colocado en el poder de INDRA a sus fieles y amigos. Principalmente lo digo por los movimientos extraños de este gobierno, complicados de entender para el bien pensado, sobre la forma de preparar de salida las elecciones que se nos vienen encima.

Pero es que hay ciertas acciones que no auguran nada bueno. A uno, que es de natural desconfiado, hay cosas que le parecen extrañas cuando de contar votos y votantes se refiere. Por delante hay unas elecciones tan importantes y un gobierno tan “peculiar” que hace cosas raras.

Por ejemplo, hace tiempo que este Gobierno dio la orden de reforzar los consulados en previsión de una avalancha de peticiones de nacionalidad española tras la aprobación de la tan traída Ley de Memoria Democrática. 

Aquel aviso a los consulados me pareció muy extraño, en realidad parecía más una maniobra con una evidente lectura electoral, con vistas a agilizar el proceso y disponer de cientos de miles de votos a favor del Ejecutivo en las elecciones generales de diciembre de este año.

Unos comicios en los que a tenor de las encuestas, Pedro Sánchez tendrá muy complicado, eso espero, reeditar mandato ante el fulgurante ascenso del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Aunque no existen datos oficiales de cuántos inmigrantes nacionalizados tienen derecho a voto, el INE cifra en algo más de dos millones los adultos nacidos en el extranjero con pasaporte español (un 6% sobre los 34,8 millones de electores).

Para que el lector se haga una idea del interés de este gobierno por nacionalizar, diré que en 2017 en España solo se concedió la nacionalidad a 66.500 personas, un 55% menos que el año anterior. Pero desde entonces y hasta el año 2022, se estima que el gobierno ha concedido 700.000 nacionalidades. Cuando menos curioso

Sin embargo, es verdad que no existen datos publicados sobre el tema y solo el Gobierno sabe la realidad sobre cuantas nacionalizaciones ha concedido hasta hoy, cosa de la que lógicamente se queja el PP.

Y es que la sospecha de una jugada electoral por parte de un gobierno sin escrúpulos y acosado por los sondeos y por la mayoría de los ciudadanos, un gobierno al mando de un tipo como Sánchez, genera recelo.

Además, afrontamos estas elecciones con la novedad de que el voto rogado ha sido suprimido de tal forma que los españoles residentes en el extranjero no tendrán que solicitar previamente su voto.

Esto genera una preocupación adicional que provoca más sospechas, pues esta reforma promovida por PSOE y Podemos y aprobada el año pasado, según admite la Junta Electoral Central, abre una posibilidad evidente de que se produzcan múltiples errores de doble voto ya que un elector que se encuentre en España durante las elecciones vote “in situ” y a la vez lo haya hecho por correo.

Parece que ante esto la Junta Electoral ya está diseñando un protocolo para evitarlo, pero la fecha se acerca y aún no está claro cómo se puede evitar esta situación.

Pero ante el pánico socialista se hace aún más relevante que en la Comunidad Valenciana que rige Chimo Puig, y viendo que los sondeos dan un posible empate técnico con una leve, pero progresiva ventaja hacia el bloque de centroderecha de Partido Popular y Vox, se está pergeñando lo que pudiera ser una última intentona de la izquierda por conservar el poder.

Se trata del intento a la desesperada de reformar a última hora y de malos modos la ley electoral valenciana, rebajando el umbral para que un partido logre representación parlamentaria en las Cortes Valencianas, del actual 5% de los votos a un 3%.

Chimo lo tiene duro y difícil, casos como el de su hermano y el de la ex de Compromís y su marido han puesto ese gobierno patas arriba y está viendo cómo un hipotético tercer mandato se le escapa a marchas forzadas. De ahí la desesperada iniciativa para retorcer el reglamento electoraly poder seguir en el poder manejando los resultados desde los despachos.

El caso es que los sanchistas están sumidos en un pánico mayúsculo y esa visión terrible les hace temblar de forma descontrolada. Es por eso por lo que la sospecha sobre un posible fraude electoral, al más puro estilo bolivariano, se hace cada día más dueña de corrillos y tertulias.

Son muchas las sospechas de que la admiración y roce con ciertos autócratas de algunos países de Latinoamérica, por parte de podemitas y sanchistas, pudieran favorecer una pérdida “totalmente involuntaria” de sacas de votos del PP. Sospechas probablemente “infundadas”, pero sospechas, al fin y al cabo. Maledicencias… ¿o no?

Pues eso

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